Plasmar en una declaración el consenso ante sus planes de "extender la democracia en Oriente Medio" es otro gran objetivo de George Bush en esta cumbre del G-8. Pero su proyecto, "Asociación para el progreso y el futuro común con la región del amplio Oriente Medio y el norte de Africa", se enfrenta a las reticencias de países árabes. Y la llamada a renovar los esfuerzos para acabar con el conflicto entre Israel y Palestina puede no ser suficiente.

El plan intenta animar la reforma interna en la zona a través de varios proyectos sobre derechos de la mujer, asuntos electorales, libertad de prensa y organizaciones civiles no gubernamentales. Incluye un programa de asistencia financiera por el que Washington ya ha financiado con 250 millones de dólares iniciativas democráticas de la región. Además, hay planes de alfabetización pública.

La formulación del plan, que la Casa Blanca retocó después de que se filtrara y enfureciera a líderes árabes, sigue siendo rechazada por varias naciones afectadas, que lo consideran un intento de imponer cambios desde el exterior. Ese rechazo explica que los líderes de Egipto, Arabia Saudí, Marruecos, Kuwait y Pakistán no estén en Sea Island, donde los de Jordania, Turquía, Afganistán y Yemen sí se reunieron ayer con el G-8.