El décimo aniversario de la firma de los acuerdos de Oslo que dieron inicio al proceso de paz entre israelís y palestinos, se cumplió ayer, con las esperanzas que abrieron aquellos pactos pisoteadas. El líder palestino, Yasir Arafat, se encuentra en su momento más crítico desde aquel 13 de septiembre de 1993, asediado en su semidestruida residencia de la Mukata y pendiente de una deportación que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, puede ejecutar en cualquier momento.

"El peligro que afrontamos está relacionado con la determinación de Israel de suprimir al socio palestino y de eliminar la presencia de la Autoridad Palestina", dijo ayer Arafat a las diferentes delegaciones de diplomáticos europeos, asiáticos y árabes, así como de pacifistas israelís que acudieron a la Mukata para recordar los acuerdos de Oslo. "Lo que se requiere ahora es que la comunidad internacional presione a Israel para que detenga su política actual", añadió.

Arafat reconoció que el momento actual es el más difícil a que han tenido que hacer frente los palestinos desde hace una década. "Tenemos la obligación de alcanzar una paz justa, permanente y global para la región, por el bien de nuestros hijos", dijo.

Israelís y palestinos firmaron los acuerdos de Oslo tras unas negociaciones secretas por las que Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se reconocieron mutuamente y que abrieron la vía para una autonomía parcial en Cisjordania y Gaza. Sin embargo, cuestiones tan importantes como el estatuto de Jerusalén, el futuro de los asentamientos judíos y el retorno de los refugiados palestinos se dejaron para negociarlas más adelante. Una década después, estas cuestiones siguen sin resolverse.

El aniversario de los acuerdos de Oslo fue también una ocasión para que miles de palestinos se acercaran ayer a la Mukata para expresar de nuevo su solidaridad con el rais . Cientos de ellos rodearon la residencia de Arafat, en una cadena humana con la que se pretendía proteger al presidente palestino de la expulsión.

ESPERANDO UN ATENTADO

El Gobierno de Ariel Sharon insiste en que lo mejor que puede hacer es deportar a Arafat. La decisión, que el Ejecutivo israelí califica de "autodefensa", está tomada y ahora se busca la coyuntura oportuna, que podría llegar tras cualquier atentado.