Sonrieron, como siempre. Y, como siempre, alguien tardó en ubicarse en la foto de familia. Los presidentes y jefes de gobierno, o sus representantes, saludaron bajo el sol del mediodía con un rictus mecánico. La 20 Cumbre Iberoamericana cerró así, con la imagen de una tibia efusión protocolaria. Debajo de la cordialidad diplomática pareció latir el eco de un debate no saldado. A algunos países les hubiera gustado que la Declaración de Mar del Plata incluyera un párrafo de condena a la manera que EEUU entiende la diplomacia.

Argentina, organizadora de la cita, y Brasil, el líder regional, impusieron el criterio de no echar más gasolina al fuego que inició la filtración de Wikileaks. "No hubo disensiones ni puntos álgidos", se vio obligado a explicar el canciller argentino, Héctor Timmerman. "Tenemos una valoración positiva de esta cumbre", dijo la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez. Habló de los acuerdos alcanzados en educación, y que contemplan el compromiso de los gobiernos de destinar el 5,5% del PIB para hacer de la enseñanza un instrumento de inclusión social y vencer al analfabetismo en el 2021.

Los presidentes comenzaron a dispersarse. El ecuatoriano Rafael Correa agitó ante las cámaras una camiseta roja. En el centro tenía estampada una consigna antiestadounidense. "Basta de interferir en nuestra soberanía", se le escuchó gritar.

MODERACION Y DESAIRE La cumbre tuvo esos dos extremos: la moderada ponderación de Jiménez y el gesto de Correa, que incluyó un desaire a los anfitriones, llegando tarde a la cena de gala del viernes. En el medio, el wikigate . Los participantes de la sesión plenaria evitaron el tema, pero los representantes de Venezuela, Cuba y Bolivia no se privaron de hacer comentarios.

El canciller venezolano, Nicolás Maduro, dijo que las informaciones del Departamento de Estado constatan la "persecución permanente en contra de la revolución bolivariana, en contra del pueblo venezolano". El cubano Bruno Rodríguez se refirió a la "intriga permanente" de Washington. El vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, habló de "diplomacia imperial de espionaje y conspiración".