Manuel Coley Robles nació el 26 de junio de 1934 en Barcelona y llegó a Buenos Aires a los 17 años, en 1951, huyendo con su madre, Alejandrina, de la dictadura franquista. Los militares argentinos lo fusilaron en febrero de 1977. Lo enterraron como NN sin nombre en un cementerio bonaerense. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró la identificación de sus restos, la primera de un desaparecido español en este país durante los años del horror, el pasado día 24. El juez Horacio Cattani se lo comunicó ayer formalmente a la familia. "Esta es una victoria de la verdad y la dignidad. Recuperamos lo que han querido borrar de la historia", dijo su viuda, Alcira del Valle Juárez, quien llegó a los tribunales con dos de sus hijos, su nieta y su bisnieto.

Han pasado 32 años desde la noche en la que los Coley cenaban en su humilde casa de Quilmes, en la periferia bonaerense, y el Ejército se llevó a Manuel con los ojos vendados. Alcira, con quien se había casado en 1964, salió a buscarlo en las tinieblas. "Quédese tranquila, se fue con otra", le dijo una vez, con sorna, un represor.

LARGA LUCHA En medio de la pobreza, Alcira y su suegra, Alejandrina Robles, nunca dejaron de pelear: "Adonde íbamos nos sacaban a punta de pistola". La madre de Manuel Coley murió en 1984. Ni siquiera pudo ver el comienzo del juicio contra las juntas militares. Después vino la era de la impunidad. El muro se derrumbó a partir del 2003. Y, en medio de los nuevos procesos contra los represores, la familia encuentra algo de sosiego: la posibilidad de enterrar a su ser querido con su propio nombre.

"Lo que se ha logrado es solo el comienzo. Vamos a seguir con la búsqueda de la justicia", dice su hija mayor, María Marta Coley. Los tiempos de la verdad se aceleraron cuando ella se presentó ante el EAAF y le extrajeron una muestra de ADN que permitió identificar a su padre.

La tecnología del EAAF, que ya ha cotejado miles de muestras de ADN y ha extraído de las fosas comunes 507 esqueletos, permitió, finalmente, identificar a Manuel Coley. "Fue una labor detectivesca", explica Luis Fondebrider, el antropólogo del EAAF.

"Hemos visto morir a las madres de españoles pidiéndonos que siguiéramos buscando. Nunca pensábamos que uno pudiera ver un poco de luz", dice María Consuelo Castaño Blanco, de la Comisión Desaparecidos Españoles en Argentina. El organismo estima que unos 100 españoles y más de 2.000 personas de origen español corrieron la misma suerte que Coley entre 1976 y 1983.

El embajador español en Buenos Aires, Rafael Estrella, recordó que el Estado argentino tiene todos los instrumentos legales para perseguir y juzgar a quienes cometieron esos crímenes. Eso esperan los Coley.