David Kelly estaba ilusionado con volver a Irak, el país que había visitado en 37 ocasiones. Paradójicamente, el científico era el as que Blair se guardaba en la manga para dar con los arsenales de destrucción masiva de Sadam. Sobre ese tema, las armas químicas y biológicas, nadie sabía más que Kelly.

Por eso, el antiguo inspector de la ONU estaba preparándose para dirigir al equipo británico dispuesto a rastrear el territorio iraquí en busca de pruebas y armas. Desde finales de mayo, Kelly estaba trabajando como asesor del Grupo de Vigilancia de Irak, el cuerpo creado por EEUU para reemplazar a los inspectores de la ONU. Sus colegas le recuerdan como un hombre insustituible, cuya desaparición es un terrible golpe para el Grupo. "Todo el mundo respetaba su experiencia. Otros expertos le consultaban. Era un líder, al que la gente siempre escucha", declaró a The Observer uno de los exinspectores que trabajó con Kelly. El Grupo ya había obtenido en Irak miles de documentos y datos sobre los planes armamentísticos del régimen de Sadam Husein.

El Gobierno británico estaba informado de ello, lo que justificaría la rotundidad con que Blair repite que se encontrarán, sino armas, al menos pruebas. La desaparición de Kelly deja ahora a los investigadores sin una ayuda de enorme valía. "Toda su sabiduría ha muerto con él", señaló a The Observer un antiguo soldado que había trabajado con él en Irak. Consejero de excepción, Kelly había comparecido en septiembre ante el Parlamento, para ofrecer su opinión sobre la guerra al terrorismo.