Nueve horas de violento asedio militar israelí a la cárcel de Jericó para capturar a Ahmed Saadat --líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) acusado de ordenar el asesinato en el 2001 del ministro israelí de Turismo, Rechavam Zeevi-- y, de paso, a todos los presos que había en ella, abrieron ayer una nueva crisis en Oriente Próximo y desataron el caos en los territorios ocupados. Mientras el presidente palestino, Mahmud Abbás, alias Abú Mazen , de gira por Europa, culpaba a EEUU y el Reino Unido de propiciar la operación militar, milicianos del FPLP secuestraron en Gaza y Cisjordania a una decena de extranjeros y quemaron y asaltaron las sedes del British Council en Gaza y Ramala.

La historia del asedio de la cárcel de Jericó empezó a escribirse hace cuatro años durante otro asedio: el de Yasir Arafat en la Mukata de Ramala. Entonces, junto al fallecido rais , se refugiaron Saadat, otros cuatro miembros del FPLP implicados en el asesinato de Zeevi, y Fuad Shobaki, asesor económico de Arafat acusado de planear un frustrado intento de contrabando de armas en barco. Para levantar el cerco a Arafat, EEUU y la UE negociaron un acuerdo por el cual estos seis hombres fueron encarcelados en Jericó bajo observación británica y supervisión estadounidense. En la misma prisión de la ANP cumplían condena presos internos palestinos.

MOTIVOS DE SEGURIDAD Son los guardias británicos los que ayer dejaron la cárcel, oficialmente por unos vagos "motivos de seguridad", propiciando la operación de Israel, que argumentó que no podía permitir que esos "seis terroristas fueran liberados". Según explicó el ministro de Exteriores británico, Jack Straw, EEUU y el Reino Unido enviaron el 8 de marzo una carta a Abú Mazen en la que se le advertía de que si la Autoridad Nacional Palestina (ANP) no garantizaba la seguridad de los observadores, estos abandonarían de inmediato la misión, aunque no precisaron fecha. La amenaza se cumplió ayer por la mañana. Por eso, Abú Mazen --que hace una semana insinuó que podría ordenar la liberación de Saadat en medio de rumores de que Hamás lo excarcelaría tras formar Gobierno-- acusó a Londres y Washington del asedio.

Un asedio que generó en Jericó escenas nunca vistas en esa ciudad durante la Intifada. Un centenar de soldados, tanques, helicópteros y excavadoras participaron en el asalto, en el que hubo duros enfrentamientos entre los soldados y las fuerzas de seguridad palestinas. Más de 200 palestinos, entre presos y fuerzas de seguridad, se atrincheraron hasta que, al caer la noche y tras un goteo de rendiciones, Saadat se entregó con los brazos en alto. El asedio dejó dos palestinos muertos --un policía y un preso--, una veintena de heridos y numerosos detenidos, 182 según algunas fuentes israelís.

Las consecuencias políticas del asalto son evidentes: Abú Mazen y otros líderes palestinos relacionaron la operación con las cercanas elecciones israelís y no ocultaron que sus relaciones con el Reino Unido y EEUU entran en crisis en un momento ya de por sí complicado tras la victoria electoral de Hamás. Pero a nadie se le escapa que las acusaciones de ineficacia contra la ANP debilitan gravemente a Abú Mazen.

La segunda consecuencia, la ira popular, desató el caos en los territorios. Las Brigadas de Mártires de Al Aqsa conminaron a británicos y estadounidenses a abandonar los territorios, y el FPLP organizó durante todo el día disturbios y una caza sistemática de extranjeros de cualquier nacionalidad que se saldó con una decena de secuestros, algunos de apenas unas horas. Un palestino murió tiroteado por la policía de la ANP en Gaza, y varios hombres armados liberaron a ocho prisioneros de la cárcel de Belén. La Cruz Roja y la ONU evacuaron a todo su personal extranjero de los territorios.