El Ejército de Pakistán afirmó hoy que está acometiendo la "fase final" de la operación contra la Mezquita Roja de Islamabad, donde queda sólo un puñado de radicales armados tras un asalto en el que se calcula que han muerto más de 200 personas, entre ellas unos 125 estudiantes.

El portavoz del Ejército, Waheed Arshad, mantuvo que hoy sólo quedaban dos ó tres militantes armados en el recinto de la mezquita, de donde ya se están retirando los cadáveres de los fallecidos en el asalto, que comenzó en la madrugada del lunes al martes. Arshad agregó que por el momento no se pude dar un número de definitivo de muertos en la operación, pero una fuente de los servicios de inteligencia consultada por Efe estimó que en torno a 125 estudiantes de ambos sexos han perdido la vida en el asalto, aparte de 70 integristas armados.

El Gobierno paquistaní dijo antes del asalto que los radicales armados mantenían como rehenes a entre 300 y 500 mujeres y niños estudiantes de las escuelas coránicas del complejo. El Ejército, por su parte, ha informado de la muerte de 79 militantes y una docena de soldados.

Entre los muertos en la operación está el líder de los atrincherados en la mezquita, el clérigo Rasheed Ghazi, cuyo cadáver será trasladado en helicóptero a su distrito natal de Dera Ghazi Khan, en el centro del país, para ser enterrado. Los familiares de Ghazi rechazan su traslado porque aseguran que su última voluntad era ser enterrado en Islamabad junto a su padre, pero el Gobierno descarta esta opción ante el temor de que los extremistas conviertan la tumba en lugar de culto.

El portavoz del Ejército afirmó que la expulsión de los militantes de la Mezquita está casi finalizada, tras lo cual se comprobará que no haya minas ni otros explosivos en las instalaciones. Agregó que mañana, jueves, se permitirá la entrada al recinto a los periodistas (en principio anunciada para hoy), que, por una ordenanza militar, han permanecido alejados del templo y de los hospitales a los que se trasladaban a las víctimas.

Arshad también aseguró que la situación de seguridad en el país está bajo control, pese a que continúa la alerta general para prevenir eventuales reacciones violentas a los sucesos en Islamabad. El asalto puso fin a unos enfrentamientos que comenzaron hace una semana, cuando se produjeron los primeros muertos en tiroteos entre los integristas armados y las fuerzas de seguridad que rodeaban el templo desde unos días antes.

El primer ministro paquistaní, Shaukat Aziz, detalló anoche que 1.300 estudiantes, entre ellos mujeres y niños, pudieron salir con vida del recinto religioso en la última semana, lo que demuestra en su opinión que la estrategia del Gobierno ha sido un "éxito". Antes del asalto, el Gobierno informó de que 1.221 estudiantes habían abandonado el recinto religioso. ziz insistió en que se hicieron todos los esfuerzos posibles para resolver la cuestión de modo pacífico, que fue imposible por la presencia de "militantes extranjeros" en el complejo religioso.

Pese a que los servicios secretos habían apuntado a que había combatientes uzbecos, chechenes y árabes, el portavoz militar indicó hoy que "por el momento, no hay información sobre la presencia de ningún extranjero" en el recinto. El asalto a la Mezquita Roja ha sido duramente criticado por la principal alianza de la oposición de Pakistán, la islamista Muttahida Majilis-e-Amal (MMA), que ha declarado tres días de luto por las víctimas del asalto. La alianza también ha culpado al presidente paquistaní, Pervez Musharraf, del fracaso de las negociaciones.

La Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (HCRP), un organismo independiente, criticó la forma "chapucera" de realizar la operación, denunció el uso "desproporcionado" y "arbitrario" de la fuerza y pidió una investigación de lo ocurrido. La HCRP recordó que el radicalismo en la Mezquita Roja no se creó de un día para otro, sino que "el almacenamiento de armas y el entrenamiento impartido a los estudiantes continuó durante años, con la ayuda y connivencia de las autoridades".

La Mezquita Roja, una institución costeada por el Estado, ha sido centro de numerosas actividades radicales en los últimos años, pero hasta ahora Musharraf había evitado hacerle frente.