Según el Ministerio de Educación turco, al hombre, la Tierra y los animales los creó Dios. Según el Ministerio de Educación turco, una buena musulmana debe obediencia a su marido y nunca, nunca jamás debe casarse con un ateo, un politeísta o un apóstata. Según el Ministerio de Educación turco, además, una pareja -de buenos musulmanes, por supuesto- debe guardar la castidad hasta casarse: nunca debe tener relaciones con el otro sexo antes del matrimonio.

No hay ninguna ley ni reglamento que lo estipule, pero eso, al gobierno liderado por el presidente Recep Tayyip Erdogan, le importa muy poco: aunque la constitución turca reconoce que un hombre y una mujer son iguales ante la ley, acorde con el Ministerio de Educación turco, el hombre debe estar al cargo de la familia, y la mujer debe mostrarle afecto, respeto y obediencia. Eso es lo que tienen que hacer los ciudadanos; y eso es, precisamente, lo que se enseña en las escuelas públicas en Turquía.

ÁMBITO FAMILIAR/ Es un cambio enorme: desde que Mustafa Kemal Atatürk acabó con el Imperio Otomano y creó la Turquía moderna -en 1923-, el islam vivió relegado a la dimensión familiar. Atatürk -«padre de los turcos» en turco- consideraba la religión como uno de los motivos del atraso de Turquía frente a las demás potencias europeas. Durante su mandato, que duró hasta su muerte en 1938, Kemal expulsó el islam de la vida pública, y promovió un sistema social y de valores más occidentalizado, nacionalista y, por encima de todo, más secular. Justo lo que ahora, Erdogan, lucha en contra.

«El sistema educativo que ha creado el AKP -el partido de Erdogan- empuja a los niños a estudiar religión y los aleja de las matemáticas o la física, asignaturas que antes eran obligatorias y ahora son optativas. Para ellos, el laicismo es algo pervertido, como el satanismo», dice Gülsün Kaya, vicepresidenta de la Asociación de Soporte a la Vida Contemporánea, organización con presencia en toda Turquía que promueve el laicismo en la educación.

Y, según explica, todo se aceleró tras el intento de golpe de Estado de julio del 2016: «Después del golpe, el Gobierno despidió a 25.000 profesores de escuelas, muchos de ellos laicos. Para reemplazarlos hicieron un examen oral a los nuevos docentes con preguntas como: ¿Qué piensas del golpe de Estado?, ¿Cuál es tu opinión del líder [Erdogan]? Solo quieren marionetas», dice Kaya, que continúa: «Ahora, en algunas escuelas públicas, los niños usan escaleras distintas a las niñas, comen en comedores separados y la música occidental está prohibida. Y el nivel de los críos, además, ha bajado muchísimo», explica esta antigua profesora.

Cuando Erdogan -nacido en 1954- fue a la escuela, ser muy creyente en Turquía era un problema. Hijo de una familia humilde, conservadora y religiosa, emigrada a Estambul a mediados de siglo XX, el presidente turco cursó sus estudios en una escuela islámica en una época en que hacerlo significaba tener problemas para poder encontrar trabajo.

Las élites de esa Turquía secular y occidentalizada, los seguidores de Atatürk, menospreciaban a los creyentes, e idearon un sistema -a través de elecciones pero también de varios golpes de estado- por el cual el poder siempre estuviese en sus propias manos. No sería hasta el 2003, cuando Erdogan llegó a ser primer ministro que el islamismo se asentaría definitivamente en el poder.

«El AKP está intentando reducir la importancia de Atatürk para dársela a la religión. Consideran que el hecho de que los niños aprendan el pensamiento de Atatürk es peligroso. Desde nuestra asociación intentamos explicar a los padres cómo de equivocado es eso, pero no hay alternativa: no quedan casi escuelas seculares. La única solución, creemos, es que cambie el Gobierno», dice Gülsün Kaya. Pero es algo complicado: Atatürk estuvo 15 años gobernando Turquía y le dio tiempo para modelar el país a su gusto. Erdogan lleva ya 14, y tiene pensado continuar en el poder unos cuantos más.