Apenas había comenzado el 2011. Unos mil cristianos egipcios (coptos) asistían a la misa con motivo del año nuevo en la iglesia Al-Qadisin, en Alejandría, a unos 250 kilómetros al norte de El Cairo. Algunos empezaban a salir cuando una enorme explosión en la puerta, probablemente obra de un terrorista suicida, mató a 21 personas e hirió a otras ochenta en el mayor ataque contra la minoría copta en la historia del país.

Según testigos, la entrada de la iglesia quedó llena de cadáveres, coches en llamas o calcinados y restos de sangre. "Si el obispo hubiera terminado la misa dos minutos antes, el baño de sangre hubiera sido todavía mayor", explicó en el hospital una de las víctimas, Nermine Nabil. "Lo último que oí fue una potente explosión. Todo lo que pude ver eran restos humanos desperdigados por todos los lados", dijo a la agencia Associated Press otro herido, Marco Boutros.

Ningún grupo se ha atribuido el ataque, pero el Ministerio de Interior ve indicios "claros" de la responsabilidad de "elementos extranjeros" en su "planificación y ejecución". El presidente Hosni Mubarak no dudó en hablar de "pruebas" que involucran a "manos extranjeras". Los islamistas Hermanos Musulmanes también apuntaron a tierras ajenas: "Hay gente que quiere inestabilidad en este país y todos los dedos señalan a manos extranjeras".

DOS CONVERSAS El ataque se produce apenas dos meses después de que un grupo iraquí vinculado a Al Qaeda amenazase a los cristianos egipcios con el argumento de que una iglesia retenía contra su voluntad a dos mujeres que se habían convertido al islam. En diciembre, una web yihadista publicó un llamamiento anónimo que exhortaba a atacar iglesias coptas. El objetivo de hoy, la iglesia de Al-Qadisin ("Los Santos", en árabe), figuraba entre ellas. La masacre se atribuyó inicialmente al estallido de un coche bomba, pero el Ministerio del Interior cree más bien que un terrorista suicida activó una carga explosiva.

Pese a las llamadas a la calma por parte de las autoridades, la indignación sacó a la calle a cientos de jóvenes de una minoría, la cristiana, que se considera discriminada y, ahora también, blanco fácil del islamismo más radical. Los coptos quemaron coches, se enfrentaron con musulmanes y asaltaron una mezquita. Los antidisturbios emplearon gases lacrimógenos y bolas de acero recubiertas de caucho contra la turba, que les lanzaba piedras y botellas.

"¡Oh Mubarak!, el corazón de los coptos está ardiendo", "La sangre de los coptos no es barata" o "Con nuestra alma y nuestra sangre redimiremos la Santa Cruz", eran algunos de los lemas que coreaban. Algunos portaban sábanas con una cruz dibujada con sangre de las víctimas. Otros cargaban contra el Gobierno por lo que consideran un intento de quitar importancia a la realidad del odio anticristiano.

Mubarak se apresuró a aparecer en televisión para señalar que "todo Egipto" es víctima del atentado pues el "terrorismo ciego no distingue entre coptos y musulmanes". Después advirtió a los desconocidos responsables del baño de sangre: "Cortaremos la cabeza de la serpiente, nos enfrentaremos al terrorismo y lo derrotaremos".

CRECIENTE TENSION El atentado llega tras un 2010 de tensiones crecientes entre la mayoría musulmana y los coptos, que suponen un 10% de los 79 millones de habitantes de Egipto. Todo pende de un hilo en un país carcomido por la pobreza, la corrupción y las nulas perspectivas de un futuro mejor.