La comunidad internacional ha reaccionado con guantes de seda al desafío que ha planteado el Gobierno iraní al reanudar las actividades nucleares en la planta de Isfahan. El consejo ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) aprobó ayer en Viena una resolución que exige al régimen que suspenda todas las actividades nucleares y renuncie a producir combustible nuclear. El texto --una victoria de la voluntad europea de mantener viva la negociación-- deja para más adelante la posibilidad de denunciar a Teherán ante el Consejo de Seguridad de la ONU pese a las reiteradas amenazas de EEUU.

Después de tres días de deliberaciones, la Junta de Gobernadores de la AIEA aprobó por unanimidad el borrador de resolución presentado por Francia, Alemania y el Reino Unido, la troika europea que ha llevado en los últimos dos años las negociaciones con Irán. En el texto, el máximo organismo de control de la actividad nuclear expresa su "profunda preocupación por la decisión de Irán de reanudar sus actividades de conversión de uranio" en Isfahan, y exhorta al régimen a "suspender todas las actividades relacionadas con el enriquecimiento de uranio" para así "restablecer la confianza".

La resolución prevé una nueva reunión de urgencia de la Junta de Gobernadores el 3 de septiembre. Para entonces, el director de la AIEA, Mohamed el Baradei, deberá informar si Irán ha acatado las exigencias del organismo. Si no es así, de la reunión saldrá probablemente la decisión de denunciar el caso en la ONU.

Tan previsible como el contenido de la resolución fue la reacción de Teherán. La delegación ante la AIEA anunció que "Irán no cederá" y calificó de "inaceptable" el documento, aunque expresó la voluntad de "seguir cooperando" con el organismo de control nuclear. "Irán no cederá y se convertirá en un productor de combustible nuclear en una década", desafió el jefe de la delegación, Sirus Nasseri.