El hangar de la ONU en el aeropuerto Suvarnabhumi de Bangkok, capital de Tailandia, rebosa de cargamentos. Son palés monumentales de medicamentos, agua y tiendas de campaña, que esperan al sol un lugar más fresco donde ser almacenados. Y siguen llegando aparatos cargados de ayuda humanitaria. La carga de momento no sirve para nada. Porque su destino, --el delta del río Irauadi, en Birmania, castigado por el ciclón Nargis -- se mantiene cerrado al resto del mundo.

Mientras la Junta birmana seguía firme en su cerrazón, en Rangún 52 países donantes se comprometieron a incrementar la ayuda financiera --que podría alcanzar los 10.100 millones de euros-- para reparar las infraestructuras a cambio de atención inmediata a las víctimas y más libertad de movimiento.

La ONU condicionó la entrega de la ayuda a la apertura de Birmania a los cooperantes. España no mandará más ayuda hasta que las 13 toneladas que están paralizadas en el aeropuerto en Bangkok sean despachadas.