"¿Qué pasa con Aznar?" ha sido la pregunta recurrente desde hace meses entre periodistas y diplomáticos europeos, que al final han llegado a la conclusión de que la intransigencia de España y algunas de sus posiciones son "un problema personal" del presidente del Gobierno español. Para los franceses, es evidente que el legendario problema de feeling entre el presidente español y el jefe del Estado francés, Jacques Chirac, ha pesado en la balanza del fracaso de la cumbre de Bruselas.

Las relaciones entre Chirac y Aznar nunca han sido buenas, pero hasta la crisis de Irak daba la impresión de que se soportaban y de que habían aprendido a capear los temporales. "Se trata de dos personalidades diametralmente opuestas", han justificado las fuentes españolas para explicar las tensiones.

Pero nunca se han podido tragar y, desde la presidencia francesa, se han filtrado agrios comentarios sobre el jefe del Gobierno español: "Cuando no está de acuerdo, se pone colorado, se cierra en banda y se limita a repetir que no".

A Chirac, bebedor de cervezas y amante de chistes verdes como distensión, la actitud de Aznar se le ha hecho insoportable. Hasta tal punto, que últimamente ni siquiera quería hablar con él y mantenía contacto a través de su primer ministro, Jean-Pierre Raffarin.

"Tozudez" y "chulería"

La crueldad de las cámaras mudas los mostró evitándose e ignorándose durante la sesión del viernes por la mañana en la cumbre de Bruselas. A pesar de que una explicación entre ambos se consideraba entonces esencial para acercar posiciones, aguantaron el tipo. Aznar se comportó así por "tozudez", reconoció un miembro de la delegación española, y Chirac, por "chulería" y "porque ya lo da por muerto y enterrado políticamente", explicó un periodista francés. Este periodista recordó la "extraordinaria cordialidad" con que el presidente francés recibió a Mariano Rajoy, como si tuviera prisa por cambiar de interlocutor.

La portavoz del Elíseo, Catherine Colonna, sólo dijo que la reunión bilateral de ayer fue "educada y amable". Pero Chirac señaló que la reunión fue "muy breve", porque no tardó en constatar que "no había flexibilidad" por parte de Aznar.

"Antipático, intransigente e inflexible" son los calificativos que más abundan al referirse al presidente español cuando se pregunta, entre bastidores, a las delegaciones. Y las imágenes que suelen verse en los monitores de las salas de prensa lo muestran con aspecto aburrido y solitario. Sus colaboradores dicen que es por su carácter poco expansivo y porque no soporta el "cinismo" con que algunos cambian de opinión, refiriéndose a Chirac. La "prepotencia" y la "arrogancia" del francés son otros de los argumentos para justificar la actitud de Aznar.

Antigua antipatía

Pero el contencioso personal entre los dos viene de antiguo. El exhuberante Chirac conoció a Aznar cuando era alcalde de París, en un encuentro apañado por el entonces comisario europeo Abel Matutes. Los recibió en la alcaldía de la capital y rápidamente filtró que, tras hablar varios minutos con Matutes, le preguntó a éste: "¿Quién es este bigotudo?" Aunque, poco después, se refirió a su "amigo María José".