"Estamos siendo atacados por los ocupantes. Debéis golpearlos cuando os los encontréis". Con estas palabras sermoneó el pasado viernes Moktada Sadr en Kufa, cerca de Nayaf. Dos días después, tras ver cerrado su periódico y detenido a su mano derecha, el Ejército de Mahdi lanzó un ataque hacia la base Al Andalus en Nayaf.

La importancia de llamarse Sadr

Las fotografías del ayatolá Mohamed Sadeq al Sadr decoran todas las tiendas de Sadr City, el barrio shií de Bagdad rebautizado así en honor de una de las familias más ilustres de la comunidad shií. Al Sadr y dos de sus hijos fueron asesinados en 1999 por Sadam Husein, pero dejaron tras de sí una amplia red de asistencia social y a Moktada, el joven de una edad indeterminada --aunque ronda la treintena-- que se ha convertido en el azote de las fuerzas ocupantes destinadas en Irak.

Formado en Irán, Sadr es, por edad, más un líder político que religioso, ya que su juventud le impide ser un referente espiritual como el gran ayatolá Alí al Sistani. Su poder se basa en el prestigio de su padre y aumenta gracias a su incendiaria retórica contra Estados Unidos, a quien califica del "diablo mayor" en contraposición de Sadam Husein, "el pequeño diablo". Sadr exige la retirada de los ocupantes, defiende la creación de una república islámica y desdeña por colaboracionista al Consejo de Gobierno Iraquí (CGI). Su objetivo es que los shiís controlen Irak y convertirse él en el líder de los shiís. Sus seguidores son los estamentos sociales más jóvenes y desfavorecidos de los grupos shiís. Una milicia inspirada en Hizbulá y Hamás

"No, no a Israel. No, no a América. No, no al terrorismo". Los discursos de los viernes de Sadr en la mezquita de Kuffa siempre empiezan con estos tres gritos. Entre sus jóvenes seguidores, destaca el Ejército de Mehdi, un grupo armado creado en junio del año pasado y que cuenta con miles de milicianos con una disciplina a prueba de bombas.

El Mehdi es, a la vez, una de las principales fuentes de poder de Sadr y una forma de aumentar ese poder. El clérigo ha comparado en muchas ocasiones su milicia con Hizbulá y Hamás, aunque de libaneses y palestinos imita su estructura militar pero no su actividad política. Al Mehdi se le acusa de haber asesinado a dos marines en una emboscada pero, sobre todo, es el músculo de la doctrina de Sadr. Los milicianos velan por la aplicación de la ley islámica y actúan de contrapeso del resto de las milicias shiís.

El Mehdi y las Brigadas Badr ya se han enfrentado a tiros en Kerba por el control de los lugares santos shiís. Las escaramuzas se han repetido en otras ciudades como Basora, Kut o Nasiriya. Pero el radicalismo de las milicias de Sadr las convierte en las más peligrosas. Pulso entre paciencia y radicalismo

Todas las encuestas de opinión dicen que Sistani es más popular y respetado entre los shiís que Sadr. A pesar de ello, el joven clérigo no duda en desafiar al veterano ayatolá, en cuestiones importantes como la participación en el Consejo del Gobierno Iraquí (CGI) o el papel de la ONU en Irak. Pero, sobre todo, Sadr desprecia la política de colaboración con Estados Unidos de Sistani.

Y no ayuda a reducir la animadversión entre los dos clérigos que los seguidores de Sadr sean los principales sospechosos de haber asesinado, en abril del año pasado, a Abd al Majid al Joui, un clérigo moderado exiliado en Inglaterra llamado a jugar un papel importante en la transición iraquí y muy cercano a Sistani.

El mayor riesgo para la estabilidad iraquí, sin duda, es un alzamiento shií. A la popularidad de Sistani, Sadr contrapone la fuerza y buena organización de sus milicias. La lentitud del proceso "democrático" en Irak da alas a unos jóvenes que ni en Sadr City ni en el sur de Irak han visto mejorar su vida.

A medida que el expresidente iraquí Sadam Husein es una pesadilla que se va olvidando, los shiís exigen sus derechos. El pulso ahora es entre el ímpetu radical de Sadr y la paciencia de Sistani.