Aunque ya será demasiado tarde para miles de birmanos, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, arrancó finalmente ayer de la Junta militar que les gobierna el compromiso de permitir la entrada a todos los cooperantes extranjeros y a la ayuda humanitaria, tres semanas después de que el ciclón Nargis sembrara la muerte y la destrucción en el suroeste del país. Las oenegés, sin embargo, mantienen la prudencia a la espera de concreción y garantías.

Tras convertirse en el primer dignatario que visita Naypidaw y reunirse durante más de dos horas con el número uno de la Junta, el generalísimo Than Swe, el secretario general de las Naciones Unidas anunció que las autoridades birmanas "están de acuerdo en permitir la entrada de todos los trabajadores humanitarios, sea cual sea su nacionalidad". El régimen aceptó que el aeropuerto de Rangún sea utilizado como plataforma para la distribución de la ayuda. Ban Ki- moon se mostró convencido de que el compromiso de Than Swe es "un avance", aunque no se le escapa que "la puesta en práctica" de dicho compromiso "será la clave". "El mundo observa", recordó el secretario general de la ONU a los generales birmanos, mientras pasan los días y buena parte de los 2,4 millones de damnificados por el Nargis --que causó 133.600 muertos y desaparecidos-- siguen desamparados.

Por el momento, según la ONU, la ayuda extranjera --restringida, filtrada y ralentizada por la Junta-- solo ha llegado a un 25% de los afectados. Pese a la magnitud del desastre, el hermético y paranoico régimen birmano ha rechazado hasta ahora a los cooperantes de las Naciones Unidas y de países occidentales, aunque sí ha permitido la entrada de algunas misiones de países más afines, como China, India y Tailandia.

El anuncio de Ban fue recibido con suma cautela tanto por los organismos de la ONU como por las oenegés. "Aún no tenemos claro qué significa esto, quién podrá entrar y para ir a dónde", dijo John Sparrow, portavoz de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. "Puede ser una buena noticia, pero no tenemos ninguna garantía de que se nos permita acceder a las zonas afectadas", apuntó Florence Daunis, directora de operaciones de Acción contra el Hambre. La UE pidió a las autoridades birmanas que precisen los detalles del acuerdo.

SILENCIO DEL REGIMEN El hecho es que el régimen guarda silencio, pese a que un alto responsable de la ONU precisara que en la reunión el generalísimo "dijo no ver ningún problema" a que "auténticos trabajadores humanitarios" se desplacen al delta del río Irauadi si "está claro qué es lo que van a hacer allí". Y este silencio alimenta las dudas de quienes solo ven en la reunión de ayer una maniobra del régimen para reducir la presión internacional en vísperas de la conferencia de donantes para la reconstrucción --cuyo coste estima la Junta en 7.000 millones de euros--, que empieza el domingo. A todo ello, las regiones devastadas votan hoy en referendo sobre la Constitución.