A juzgar por los enconados debates que todavía circulan por internet, existe la teoría de que los clérigos daneses que viajaron a Oriente Próximo a divulgar el ultraje contra el profeta Mahoma aprovecharon para entrevistarse con los fabricantes de banderas locales. "Haced banderas danesas", parece que les dijeron. Quienes alimentan esta hipótesis argumentan que es imposible que las fábricas de Lahore, Gaza o Beirut puedan reaccionar tan rápido a un aumento tan disparatado de la demanda. Eso, insinúan, sólo está al alcance de las avanzadas fábricas de Occidente.

Otra teoría es que al menos una parte de las banderas quemadas por la crisis de las viñetas no son de fabricación local, sino que fueron hechas en la propia Dinamarca. Se cree que los manifestantes las robaron de las legaciones diplomáticas que el Gobierno danés evacuó en Irán, Indonesia, Siria, Líbano y Túnez, ya que, si el personal salió con lo puesto, ¿cómo iban a preocuparse por las banderas?

"¿Debemos suponer acaso que las tiendas de banderas de Yakarta tenían unas reservas enormes por si un día Dinamarca se convertía en objetivo de los manifestantes musulmanes?", escribió hace unos días Oliver Burkeman en el diario londinense The Guardian , en un artículo titulado ¿De dónde salieron las banderas danesas?

La pregunta encierra tales cuotas de misterio que ha dado lugar a toda clase de conjeturas, desde la que atribuye a los imanes daneses el papel de conspiradores textiles hasta la que acusa a los musulmanes de vulgares ladrones. Otros dicen que la empresa Flags Unlimited --el mayor fabricante de banderas de Canadá-- está recibiendo cientos de pedidos vía internet y que se está forrando a costa de la ira de los árabes.

Más cercana a la realidad está la historia del palestino Ahmed Abú Daya, un comerciante de Gaza que en cuanto escuchó que decenas de periódicos europeos estaban publicando las caricaturas de Mahoma entendió lo que sus clientes le pedirían a partir de entonces: banderas danesas para quemar. "No tomo partido. Esto es sólo negocio --dice--. Aunque esta vez estoy enfadado por el ataque contra el profeta Mahoma". Un negocio como cualquier otro. En tiempos normales , lo que más vende Abú Daya son pabellones de Israel que los manifestantes palestinos queman durante las protestas contra la potencia ocupante. Esas banderas no salen de una fábrica palestina, sino que se las proporciona un comerciante judío de Jerusalén. Las connotaciones religiosas o políticas no significan nada cuando el objetivo es mantener vivo el negocio, y mucho menos si se trata de encargar banderas de un remoto país de Europa. Abú Daya hizo un pedido de 100 banderas danesas y noruegas --un periódico noruego fue el segundo, después del JyllandsPosten , en publicar las caricaturas-- a su proveedor en Taiwán, y las puso a la venta a 9 euros la unidad. "Un pedido de 100 banderas está listo en 15 días", dice Dolores Castellanos, de la empresa española Flags, donde habitualmente tienen 50 banderas danesas guardadas en el almacén, listas para vender.

Túnica teñida de sangre

Según la leyenda, al final de la batalla de Reval contra los estonios, en 1219, la túnica blanca del rey Valdemar II acabó teñida por completo de la sangre de sus adversarios, y sólo el cinturón y el tahalí cubrieron dos franjas impolutas. Así se ilustra el nacimiento de la Dannebrog, la "bandera de los daneses", adoptada por la familia real en 1397; un pabellón con una historia gloriosa detrás al que muy pocos superan en sencillez.

Una cruz blanca sobre una superficie roja es algo que cualquiera con un mínimo de recursos puede hacer. Muchos de los manifestantes en Oriente Próximo lo han hecho. ¿Para qué pagar por algo que va a terminar en la hoguera, algo que además, en este caso, inspira un sentimiento parecido al odio? Muchas de las banderas danesas quemadas durante los últimos meses han sido hechas en casa, y no siempre con acierto, pues como ha advertido Charles Moore, del periódico británico Daily Telegraph , a algunos, por descuido o por ignorancia, les han salido banderas más bien suizas o de la región francesa de Saboya, muy similares a la de Dinamarca. Lo cual no cambia nada.