Cuando el entonces presidente de EEUU, el republicano Richard Nixon, decidió la no convertibilidad del dólar en oro, en agosto de 1971, Barack Obama tenía 10 años. Era un niño mulato que vivía en Hawái, donde sus abuelos ejercían la función de padres. Obama había tenido una niñez marcada por el abandono del padre y la experiencia de unos años en Indonesia, donde su madre vivió durante el segundo matrimonio. El era demasiado pequeño para saber que su país, inmerso en plena guerra del Vietnam y cierta crisis económica, acababa de romper los acuerdos de Breton Woods, desvalorizando el papel del dólar que ya no tenía el, teórico, equivalente en oro.

Washington, Distrito de Columbia, era la capital del mundo desde el fin de la segunda guerra mundial. Pero la ciudad tenía el encanto de cierto provincianismo. Las medidas de seguridad eran casi inexistentes cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) se reunió para paliar la crisis. Uno de los pocos restaurantes elitistas, Rive Gauche, en el exclusivo barrio de Georgetown, propiedad de un francés casado con una española, era el lugar preferido del activo secretario de Estado, el estadounidense de origen alemán Henry Kissinger.

EN EL OESTE La zona oeste de la ciudad era un gueto de la comunidad negra, casi un 70% de la población de Washington D.C., con raíces desde la fundación de la capital. A principios de aquella década de 1970, la juventud protestaba contra la guerra del Vietnam y el movimiento hippy , el amor libre y las drogas eran compartidas en los campus universitarios. Protestas callejeras durante el día y fiesta y rock and roll por las noches.

Obama, bajo la tutela de los abuelos maternos blancos recibía una buena formación en una escuela privada en Hawái. Fueron años decisivos para la formación de Obama, mientras Nixon caía por el escándalo del Watergate. En Vietnam los helicópteros de la Navy evacuaban la embajada en Saigón, y Estados Unidos perdía por vez primera una guerra. El vicepresidente republicano Richard Ford sustituía a Nixon y, en las elecciones de 1976, perdía ante el demócrata Jimmy Carter.

Eran tiempos en que Barack Obama comenzaba su college en Los Angeles --la ciudad donde había caído asesinado Robert Kennedy-- y comenzaba a tomar conciencia de los problemas de la clase negra a la que pertenecía, a pesar de ser un mulato.

PROTAGONISTAS Martin Luther King y su sueño habían caído hacía años bajo las balas, el 4 de abril de 1968, en Memphis, Tennessee, y el Ku Klux Klan seguía activo. Otro activista de la causa negra más radical, Malcom X, había sido abatido en un tiroteo con la policía y sus panteras negras estaban en desbandada.

En 1980, la crisis económica y la humillación con que abrían los telediarios, sumando día tras día, por el secuestro de 52 estadounidenses en la embajada en Teherán, sin olvidar la crisis económica con unos tipos de interés del 18%, dieron una clamorosa victoria al republicano Ronald Reagan. Obama había comenzado sus estudios en la Universidad de Columbia y participaba en proyectos sociales en el depauperado gueto negro de Harlem, en Nueva York, una ciudad sometida a una grave crisis en sus finanzas.

Los recortes sociales de las políticas de Reagan llevaron por vez primera a Obama ante las verjas de la Casa Blanca. Fue en 1984, en el curso de una manifestación contra el recorte presupuestario para educación donde quizá coincidimos, entre la protesta y la información. Eran tiempos en que Washington se había sofisticado con la llegada al poder de los millonarios republicanos. El alcalde negro Marion Barry era acusado de corruptelas, pero fue reelegido.

EL FRACASO DE JACKSON Fue durante la campaña presidencial de 1984 cuando saltó a la escena la figura del reverendo Jesse Jackson --el líder negro al que vi llorar en la celebración del triunfo de Obama-- quien dio el paso de presentarse, sin éxito, a la carrera presidencial, donde Ronald Reagan reanudó triunfalmente su segundo mandato. Recuerdo un viaje a Chicago en aquella campaña, donde en el barrio de Cicero, célebre por haber sido la sede operativa del gángster Al Capone, un residente me dijo, sin ambigüedades: "No queremos que nuestras casas pierdan valor con la llegada de los negros", muchos de ellos profesionales liberales como Obama, que querían mejorar y vivir en un buen barrio. Fueron los años en que se trasladó a Chicago, iniciando su labor de trabajo social en el barrio negro de South Side, de los más pobres.

Mientras George Bush, padre, ganaba la elección de 1988 y continuaba la reaganomics (las políticas económicas ultraliberales de Reagan), Obama se inscribía en la Universidad de Harvard, donde se graduó con un magna cum laude y fue el primer presidente negro de la prestigiosa publicación Harvard Law Review. Rechazó ofertas en algunos de los mejores bufetes y volvió a Chicago, donde conoció a su futura esposa, Michelle.

ACTIVISMO SOCIAL La victoria de Bill Clinton la vivió como un activista social en los barrios negros de Chicago, con influencia de su mentor religioso, el reverendo Jeremiah Wrigth, quien le casó con Michelle.

Cuando ocurrió el 11-S, era ya senador en el estado de Illinois y miembros del antiguo gabinete de Clinton veían en él un líder para el futuro. Fracasó en la campaña a congresista, pero ganó la de senador en el 2004, tras el discurso en la convención demócrata celebrada en Chicago, donde fue el protagonista en la sesión inaugural.

Su personalidad de luchador infatigable, orador que encandila y sangre fría en momentos difíciles --sin olvidar todo un equipo de incondicionales, incluidos millonarios como Warren Buffet, George Soros y el clan Kennedy, convencidos de que EEUU necesita un revulsivo-- le han convertido en el 44º presidente electo de Estados Unidos.

Como reto tiene ante sí el declive y los problemas de la clase media y pobre, que sufrió los efectos de la reaganomics que vi nacer en 1980 y en cuyo entierro participé en la fiesta del Grant Park, bajo la euforia en Chicago, incluidas las lágrimas de Jesse Jackson. Porque Barack Obama encarna la esperanza de que el cambio es posible.

*Ramon Vilaró es escritor y periodista. Autor del libro ´Gringolandia. Un retrato de EEUU y su relación con España´ (MR Ediciones, 2005).