El oeste de EEUU ha sido siempre la última frontera, el terreno de lo posible, el espacio para los sueños, y para los demócratas lo continúa siendo. El tsunami conservador se frenó en seco el pasado martes en el río Colorado; California renovó su condición de bastión progresista y en sus resultados el Partido Demócrata puede encontrar lecciones.

Mientras en el resto del país los votantes expresaban su frustración con el establishment castigando a políticos de largas trayectorias y a menudo creaban en los estados la misma división bipartidista de Washington, los californianos daban prioridad al pragmatismo, bendecían a veteranos frente a dos empresarias de éxito y otorgaban a los demócratas tanto el cargo de gobernador como el control de la Cámara estatal.

Barbara Boxer, una de las senadoras más progresistas, renovó su escaño (por más que su rival republicana, la exconsejera delegada de Hewlett Packard Carly Fiorina, se resistiera a reconocer la derrota). Y después de los años de Arnold Schwarzenegger, los ciudadanos devolvieron el poder estatal a un demócrata, Jerry Brown, que ya gobernó entre 1975 y 1983.

WHITMAN SE ESTRELLA De nada sirvieron los más de 100 millones de euros que puso de su bolsillo durante la campaña no presidencial más cara de la historia otra empresaria, la exconsejera delegada de eBay Meg Whitman, para intentar frenar a Brown. A la candidata republicana a gobernadora le pudo un escándalo sobre la contratación de una inmigrante sin papeles (que contrastaba con su duro discurso antiinmigrantes) en un estado que es ya avanzadilla del futuro demográfico de Estados Unidos: igual que en Hawái, en California las minorías son ya mayoría.

APRENDIZAJE "El resto del país aprenderá de California para el 2012", analizaba ayer en el Christian Science Monitor Barbara O´Connor, de la Universidad Estatal de California. "Las mujeres no votan automáticamente por las mujeres. La riqueza personal no compra elecciones. Y los valores del Tea Party en temas sociales no atraen a los votantes independientes", dijo.

California también confirmó en las urnas su condición de pionera en materia medioambiental y rechazó una propuesta que habría suspendido la entrada en vigor de la más ambiciosa ley de control de emisiones (aprobada por los ciudadanos en el 2006). La única espina que se llevan clavada los progresistas es el naufragio de la proposición 19, para legalizar la posesión de hasta 28,3 gramos de marihuana y abrir la puerta a la regulación y tasación del cultivo y la venta de cannabis. Se trata de una derrota con un lado dulce. Como de costumbre, California ha elevado un debate desde lo estatal a lo nacional.