Debéis mantener el orden, pero sobre todo velar por los acuerdos con Israel para que Belén sea la puerta por la que los israelís salgan de Cisjordania". Ante unos 30 hombres apenas uniformados con una camiseta verde y formados en un pelotón escasamente marcial, el jefe de la seguridad preventiva de Belén, Majdi el Atari, lanzó ayer una arenga que trataba de dar importancia simbólica a un repliegue israelí que no afectará en gran cosa la vida cotidiana de la ciudad.

"La única diferencia entre el martes y hoy (ayer para el lector) es que hay uniformes azules en las calles", afirma con sarcasmo el alcalde de Belén, Hanna Nasser. El Ejército israelí no mantenía tanques ni blindados en Belén, "sólo un par de jeeps con los que venían para detener a alguien", explica Nasser, un guía de la iglesia de la Natividad. "Antes, los israelís entraban cuando querían y, ahora, no lo harán. Eso es bueno", argumenta para defender el repliegue Hamdi Rabia, el número dos de la seguridad preventiva palestina en la ciudad.

ALCALDE INDIGNADO

El alcalde Nasser estaba ayer indignado. Con la calva de su cabeza peligrosamente roja por el inclemente sol, el primer edil fue, en la plaza del Pesebre, de periodista en periodista, para explicar la realidad del repliegue israelí. Los cinco controles militares en las afueras continúan en pie; los habitantes de Belén deberán seguir pidiendo permisos militares para salir de la ciudad, y la carretera que une Belén con Hebrón y Naplusa todavía permanece vetada.

Y, claro, queda el asunto del muro y de la Tumba de Raquel, bajo control israelí. "Lo que realmente preocupa es el muro que separa Belén de Jerusalén para anexionar a Israel la zona de la Tumba de Raquel. Belén pierde el 20% de su superficie con esta anexión, que incluye aislar a población y confiscar tierras", denuncia Hanna Nasser.

UNIFORMES DESEMPOLVADOS

Pese a todo, el ambiente en los cuarteles palestinos de Belén se asemejaba al primer día de colegio. Los uniformes se desempolvaron y volvieron las órdenes y el entrenamiento, ya que 350 policías y 150 agentes de la seguridad preventiva se desplegaron a partir de las cuatro de la tarde. "Tenemos órdenes de detener a los que quieran atacar el asentamiento de Gilo o entrar en Israel con cinturones de explosivos y a los que inciten a la violencia", explica Hamdi Rabia en el cuartel principal de la seguridad preventiva.

Media hora antes del inicio del despliegue de la policía palestina, Maher Abed al Fatah aparcó su coche en la plaza del Pesebre y bajó de él con su uniforme azul perfectamente planchado y colgado en un perchero. Miembro de Al Fatah, policía desde hace seis años, continuó cobrando su sueldo cuando no podía trabajar de uniforme. Porque de paisano, como muchos de sus compañeros, siguió regulando el tráfico y deteniendo a ladronzuelos. "No vamos a enfrentarnos a los grupos armados aunque se rompa la tregua. No cruzaremos esa línea roja", explica el policía con firmeza y gesto muy serio.

Treinta minutos después, las campanas de la basílica de la Natividad tañen y un ejército de cámaras persigue a cualquier palestino con uniforme. A las cuatro y media, el guía Nasser musita: "Volvió la policía, volvieron los atascos". En el cruce de Beit Jala, hasta seis agentes palestinos gesticulan.