Bélgica es un país fracturado desde hace años, en el que las comunidades flamenca y francófona viven cada vez más separadas y de espaldas una de la otra. La nueva crisis política del país, con la tercera dimisión del primer ministro, Yves Leterme, en dos años, refleja esa realidad social con toda su crudeza.

Las posiciones entre los partidos flamencos y francófonos son tan distantes que no existe una base encima de la que construir un consenso sobre el modelo de Estado y de relaciones entre las dos comunidades. "¿Este país tiene aún algún sentido?", se preguntaba en la portada el principal diario francófono, Le Soir , condensando en una sola frase la situación real de Bélgica.

La actual crisis es fruto de la pugna entre flamencos y francófonos por el control político y lingüístico de la periferia de Bruselas. Pero es mucho más profunda y va mucho más allá del bloqueo de la escisión del distrito electoral y judicial que une Bruselas con los 35 municipios flamencos de su periferia, que ha hecho caer al actual Gobierno. Es la propia concepción de Bélgica y de la convivencia de las dos comunidades lo que está en entredicho.

Flandes, la comunidad más poblada, rica y dinámica de Bélgica, se ha transformado a lo largo de las últimas décadas en una nación de facto, con una agenda y unos objetivos políticos propios y con la voluntad de convertirse a la larga en un Estado.

DE LA MARGINACION AL PODER Tras la segunda guerra mundial, los flamencos, la comunidad históricamente pobre, marginada y despreciada social y políticamente, han ido asumiendo un creciente peso económico y político en Bélgica, que les ha permitido lograr un reconocimiento de derechos regionales y lingüísticos cada vez más amplio. Ahora, al sumar el 60% de población, detentan además la mayoría del Parlamento federal. El éxito electoral de la extrema derecha independentista flamenca, el Vlaams Belang (Interés Flamenco, antiguamente llamado Vlaams Blok) ha empujado además a los demás partidos flamencos a asumir posiciones cada vez más nacionalistas y exigir poderes cada vez más amplios para Flandes. Tras tener un Estado Federal en 1993, ahora quieren lograr un Estado Confederal. La comunidad francófona representa alrededor del 40% de la población y vive repartida en Valonia y Bruselas.

NIVEL DE VIDA Frente a los flamencos, que tienen Flandes como referencia identitaria nacional, los francófonos son quienes defienden una Bélgica lo más integrada posible, porque necesitan las subvenciones con los fondos recaudados en Flandes para mantener su nivel de vida y porque, si Bélgica se disuelve, no les queda nada.

La antaño todo poderosa comunidad francófona, que dominó económica, social y políticamente Bélgica hasta hace unas pocas décadas, se encuentra ahora a la defensiva.

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