Benedicto XVI reclamó ayer, en su primer discurso ante los cardenales que le habían elegido, que la dirección de la Iglesia, integrada por obispos y purpurados, permanezca "estrechamente unida", sin dejar lugar a fisuras doctrinales, para ser eficaz en su acción evangelizadora.

El 265º sucesor de San Pedro abordó igualmente en el mensaje, leído en latín al final de la misa matinal con la que los electores inauguraron el día después del cónclave, la necesidad de seguir "actualizando" las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de realizar gestos que fomenten el acercamiento entre las diferentes confesiones cristianas.

Joseph Ratzinger, el primer papa alemán en cerca de mil años, aludió al legado de Juan Pablo II, del que se considera deudor. Pero tras unos párrafos introductorios agradeciendo la confianza depositada y tras pedir que recen por él y le aconsejen, planteó la exigencia de que exista una "comunión colegial" al servicio de la Iglesia, tal vez para desterrar cualquier asomo de división ante la llegada al trono de San Pedro de un teólogo que se ha mostrado estrecho de miras a la hora de interpretar la doctrina ante la modernidad.

INQUIETUD PROGRESISTA La voluntad de continuar con la "relectura" del último concilio emprendida por Karol Wojtyla, un anuncio previsible, no deja de ser un motivo de inquietud para los católicos progresistas. Estos grupos creen que Ratzinger nunca pondrá en práctica algunas reformas aprobadas en la asamblea que convocó Juan XXIII.

Benedicto XVI se refirió también en el discurso inicial a la voluntad de ir al encuentro de la unidad de todos los seguidores de Cristo. Ayer mismo, el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, la más alta autoridad espiritual de la Iglesia ortodoxa, se mostró dispuesto a seguir por la senda del acercamiento a Roma.

Ratzinger no descuidó mencionar a los jóvenes, "interlocutores privilegiados del papa Juan Pablo II", a los que envió "un afectuoso abrazo", a la espera de reencontrarse con ellos en la jornada mundial de la juventud, prevista para el mes de agosto en Colonia, su tierra natal.

El Papa tomó posesión de su nuevo apartamento privado, el que hasta ahora ocupaba Karol Wojtyla en el palacio apostólico, y que permanecía sellado.

A la misma hora, en la plaza de San Pedro, junto a los peregrinos que guardaban cola para visitar la tumba de Juan Pablo II, escolares alemanes portaban una pancarta en la que se saludaba al Papst Benedikt XVI .