Los ojos del mundo entero volverán a dirigirse mañana al corazón de Alemania. Veinte años después de la caída del muro de Berlín, la ciudad ha querido conmemorar este aniversario a lo grande, con marcado carácter internacional. Por eso mañana no faltará nadie --o casi nadie-- en Berlín. Los presidentes de Francia y Rusia, Nicolas Sarkozy y Dmitri Medvédev, el primer ministro británico, Gordon Brown, y la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton --en representación del presidente Barack Obama, que no puede asistir por problemas de agenda-- representarán a las potencias que pactaron la división de Berlín tras la segunda guerra mundial. También asistirán a los actos algunos de los líderes de hace 20 años, cuya labor fue determinante para el desenlace de aquel 9 de noviembre de 1989. "Me alegro especialmente de que Mijail Gorbachov y Lech Walesa participen en la celebración, al igual que el entonces primer ministro húngaro, Miklos Németh. Todos ellos contribuyeron a que la unidad alemana fuera posible", aseguró ayer la cancillera en su mensaje semanal por internet.

TRES PILARES Merkel quiere que este aniversario sirva también para reconocer el papel que estos tres hombres tuvieron en la apertura del telón de acero: "Mijail Gorbachov, que permitió que los países del centro y el este de Europa siguieran su propio camino; Lech Walesa, como representante del movimiento que sirvió en Polonia como precursor de la libertad (Solidaridad); y Miklos Németh, que en el verano de 1989 tuvo el valor de defender la apertura de la frontera con Austria", recordó ayer la cancillera. Y es que, más allá del movimiento ciudadano alemán, conocido como la revolución pacífica del 89, que forzó la apertura de la República Democrática Alemana (RDA), Alemania celebra mañana esa apertura del telón de acero que siguió a la caída del muro y que provocó el desmantelamiento de la URSS. El fracaso de un sistema.

Por eso, entre los centenares de actos programados para mañana, el más simbólico será el derribo de un muro ficticio construido para la ocasión en forma de fichas de dominó gigantes. El simbolismo es perfecto. El muro ficticio se ha instalado entre el Reichstag y la Potsdamer Platz, para pasar frente a la Puerta de Brandeburgo, como hacía el muro real. El expresidente polaco y premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, empujará la primera pieza, representando el empuje que el sindicato Solidaridad, que él dirigió, dio al aperturismo del bloque soviético. El resto de las 1.000 piezas repartidas en un kilómetro y medio irá cayendo después como representación del efecto dominó que provocó la caída del muro.

El Gobierno alemán quiere que Berlín sea la capital mundial del fin de la guerra fría. Recordar, junto al resto del mundo, el que ayer Merkel describió como "el día más feliz de la historia reciente de Alemania". La cancillera expresó ayer la importancia de que toda Europa se sienta parte de esta celebración.

Es un aniversario, por lo tanto, que viene a cerrar varias "cuentas pendientes". El reconocimiento del papel jugado por Polonia y Hungría, el homenaje a los "padres de la reunificación" que tuvo lugar el pasado fin de semana en el emotivo encuentro que reunió a Helmut Kohl, Mijail Gorbachov y George Bush padre, y el recuerdo del valor ciudadano del pueblo alemán a ambos lados del muro.

Muchos se preguntan por qué esta celebración llega ahora y no antes o después. Probablemente habrá tantas respuestas como personas se lo cuestionen. Pero algunas saltan a la vista. Una de ellas es que algunos de los testigos y protagonistas políticos son demasiado mayores para esperar otro lustro a que se reconozca su labor. Además, como Merkel recordó, es necesario que la juventud de ahora se acerque más a esa parte de la historia. Tampoco faltan las respuestas más maliciosas que hablan de la necesidad de celebrar la caída del comunismo en Europa para hacer olvidar a algunos la actual crisis del capitalismo internacional.

Al fin y al cabo, nadie pone en duda lo emotivo y simbólico de aquel 9 de noviembre de 1989. Pero lo que se olvida a menudo es que los alemanes del Este tampoco encontraron el país que buscaban al otro lado. Ahora, es mejor centrarse en celebrar que millones de personas cumplieron un sueño y vieron sus vidas cambiadas para siempre. De lo que vino después, igual que entonces, ya se harán cábalas después del 10 de noviembre.