"Llegó la hora en la que los partidos políticos actúen con responsabilidad ante la dura prueba que Italia deberá afrontar". Con esta frase, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, anunció ayer la disolución del Parlamento italiano. El mandatario completó así el último requisito para la convocatoria de los comicios generales anticipados, que se celebrarán el 13 y el 14 de abril, tal como exigía la derecha, sin haber reformado la polémica ley electoral.

"La disolución de las cámaras es una decisión obligada. No se daban las condiciones para proseguir", añadió un apesadumbrado Napolitano, quien destacó la necesidad de "continuar el diálogo" sobre las reformas que necesita el país y pidió al primer ministro dimisionario, Romano Prodi, que continúe ejerciendo sus funciones hasta que se constituya el nuevo Parlamento.

Italia entraba así de forma oficial en precampaña, aunque el país llevaba ya 14 días, desde la caída del Gobierno de Prodi, en un periodo preelectoral oficioso y bastante envenenado.

SOLO ANTE EL PELIGRO Mientras un eufórico Silvio Berlusconi, lanzado en los sondeos con cerca de 15 puntos de ventaja, reagrupa las fuerzas de la derecha, el nuevo jefe del centroizquierda, Walter Veltroni, se arriesgará a poner al Partido Democrático (PD) solo ante el peligro. Harto de las presiones y los chantajes de los pequeños partidos que hicieron la vida imposible a Prodi y acabaron dinamitando la coalición gubernamental, el PD renuncia al viejo sueño de conciliar las dos almas de la izquierda (la moderada y la radical) y acudirá solo a las urnas.

"El PD hará lo que no se ha hecho nunca en Italia. Si un ciudadano vota a nuestro partido, sabrá que mantendremos posiciones claras, unívocas, y que no deberemos mediar entre 18 partidos", dijo Veltroni, haciendo oídos sordos a los analistas que aseguran que esta decisión puede costarle las elecciones.