Benazir Bhutto se decidió ayer a romper la baraja, y la respuesta de las autoridades paquistanís al abierto desafío de la líder opositora no fue otra que un nuevo arresto domiciliario, esta vez por siete días, para impedir su participación en la gran movilización prevista para hoy.

"Se acabaron las negociaciones. He cambiado de política". Bhutto había puesto fin de este modo a las especulaciones y se había desmarcado del presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, después de largos meses de tira y afloja cara a pactar un reparto del poder. "No podemos trabajar con quien ha suspendido la Constitución, ha impuesto el estado de excepción y oprime el poder judicial", afirmó la exprimera ministra ayer en Lahore, unos 250 kilómetros al este de Islamabad, desde donde hoy pretendía iniciar con sus partidarios una "larga marcha" de tres días hacia la capital para reclamar el levantamiento del estado de excepción impuesto por Musharraf el pasado día 3.

Pero este no se quedó de brazos cruzados. Horas después de que el portavoz del Gobierno, Tarik Azim, anunciara que la marcha no iba a ser autorizada, en aplicación del estado de excepción, Benazir Bhutto quedaba nuevamente confinada bajo arresto domiciliario, esta vez por siete días y en la casa de un responsable de su partido en Lahore. La vivienda estaba anoche rodeada por la policía. De hecho, se veía venir. Las autoridades ya habían advertido de una amenaza "de lo más grave" de atentado contra Bhutto si participaba en la marcha, quien abandonó ayer toda ambigüedad y amenazó con boicotear los comicios, lo que tendría efectos devastadores en el proceso electoral.