Yo sé exactamente quién me quiere matar; son los dignatarios del antiguo régimen del general Mohamed Zia ul Haq quienes se encuentran detrás del extremismo y el fanatismo". Visiblemente afectada por la masacre en que degeneró su regreso a Pakistán, matanza en la que perdieron la vida 136 personas, Benazir Bhutto señaló ayer con el dedo, pero sin pronunciar nombres, al opaco aparato de seguridad del antiguo régimen militar que derrocó y ejecutó a su padre, aparato al que, de paso, vinculó al extremismo islámico. Bhutto no obstante, mostró su férrea voluntad de quedarse en Pakistán para defender la democracia y liderar su partido en las elecciones legislativas del 2008.

"Vivimos una batalla por la democracia, este ataque no tenía como blanco a mi persona, sino a lo que represento. Fue un ataque contra la democracia", dijo Bhutto. "Sé que hay otros ataques planeados contra mí, y confío en que el Gobierno hará lo posible para que no se materialicen", afirmó. Aunque matizó que no culpa al Gobierno de la matanza, admitió que había remitido una carta al presidente, Pervez Musharraf, en la que le comunicaba el peligro y le daba los nombres de tres sospechosos.

ANTES DE LA MEDIANOCHE La matanza de Karachi eclipsó el éxito que supuso para Bhutto el baño de masas que dispensaron los paquistanís a la mujer que dirigió el Ejecutivo en dos etapas --a finales de los 80 y principios de los 90-- y primogénita de Zulfikar Alí Bhutto, el histórico primer jefe de Gobierno electo que tuvo Pakistán.

El atentado sucedió cuando Bhutto llevaba ya varias horas en el país. Poco antes de la medianoche, una granada fue lanzada contra la comitiva que trasladaba a la exprimera ministra, seguida, poco después, de la explosión de una potente bomba que un suicida llevaba asida al cuerpo. La deflagración tuvo lugar "momentos antes" de que pasara el camión blindado de Bhutto. Agentes policiales hallaron en el lugar la cabeza del suicida.

El convoy llevaba en circulación nueve horas, y había realizado ya la mitad del recorrido. Tras las explosiones, la exprimera ministra tuvo que ser sacada por sus colaboradores del camión en el que viajaba.

Pese a las palabras de la dirigente, el Gobierno y los investigadores han preferido privilegiar la pista islamista. Según el Ejecutivo, al menos tres células de movimientos fundamentalistas se hallaban activas en Karachi. "El atentado lleva la marca de fábrica de los militantes que cometen atentados desde hace tres meses", aseguró el general Javed Cheema, portavoz del Ministerio del Interior.

Por su parte, el ministro adjunto de Información, Tariq Azim, recordó que el comandante Baitulá Mehsud, señor de la guerra cercano a los talibanes, prometió acoger a la exministra Bhutto con un atentado suicida, aunque el propio Mehsud lo desmintió después.

REACCIONES La condena internacional fue unánime. La Casa Blanca se apresuró a censurar el ataque, pero admitió no tener pistas fiables. La India y la OTAN también emitieron mensajes condenatorios.