El guión recuerda a los tiempos de Ariel Sharon. Cada vez que un alto cargo estadounidense visitaba Israel para hablar de paz, el entonces ministro de la Vivienda anunciaba un nuevo asentamiento. El desafío se repite. Horas después de que el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, aterrizara en Jerusalén, el Gobierno israelí anunció la construcción de 1.600 nuevas casas en la Jerusalén ocupada. El propio Biden, que al llegar habló de "un momento de oportunidad real para la paz", cambió la placidez por la crítica al asegurar que el anuncio de nuevos asentamientos mina la confianza necesaria para el inicio del diálogo. La Casa Blanca lo apuntilló: "Ni la sustancia ni el momento ayudan". El enésimo proceso de paz podría nacer muerto.

Las viviendas se edificarán en Ramat Shlomo, un barrio judío incrustado en Jerusalén oriental y levantado, según el concejal Meir Margalit, en tierras del pueblo palestino de Suafat. La víspera, Biden ya fue recibido con otra sorpresa: 112 nuevas casas en el mayor asentamiento de Cisjordania. El dilema ahora es para la Autoridad Nacional Palestina. En un comunicado dijo ayer que "se trata de una decisión peligrosa" que "condena al fracaso los esfuerzos de EEUU antes de que hayan empezado".

REPARTO DE ELOGIOS Esas negociaciones indirectas arrancan llenas de reservas. Esta vez no habido espacio para la euforia, como en la conferencia de Annápolis, ni siquiera con la visita del dirigente estadounidense de mayor rango que visita Israel desde la llegada de Obama a la Casa Blanca. Y tuvo elogios para ambos bandos. De Israel aplaudió la moratoria en la expansión de colonias y "los pasos significativos" para incrementar la libertad de movimientos en Cisjordania. De los palestinos valoró su "firme voluntad" para reformar las instituciones y los cuerpos de seguridad.

Pero el verdadero foco está siendo el programa nuclear iraní. EEUU intenta prevenir un ataque israelí contra el Estado persa, un mensaje transmitido en las últimas semanas por varios altos cargos del Pentágono que han visitado Israel. Biden afirmó que "cuando se trata de la seguridad de Israel, no existen diferencias" entre ambos países y que EEUU evitará que Irán se haga con armas nucleares.

PESIMISMO Del proceso de paz todo es pesimismo. La bronca interna palestina y las posiciones ultramontanas del Gobierno más derechista de la historia de Israel no invitan al optimismo. Las condiciones de Benjamin Netanyahu son difíciles de digerir hasta para el más moderado de los palestinos. No está dispuesto a compartir Jerusalén, ni a devolver los bloques de asentamientos, ni a renunciar al valle del Jordán. Además, el brío inicial de EEUU por presionar se ha desvanecido. Las críticas son hoy piropos. La prioridad es Irán. Lo demás, buenas intenciones.