El congreso de los laboristas británicos concluyó ayer en Brighton con una esperada derrota de los militantes opuestos a la guerra de Irak. Tras arduas maniobras, la directiva del partido logró alcanzar la noche anterior un acuerdo con los delegados sindicales y derrotar la moción que pedía al primer ministro, Tony Blair, la rápida retirada de las tropas británicas de Irak.

En la votación a mano alzada, el 86% de los delegados se opuso a la propuesta, frente al 14% que votó a favor del retorno a casa de los soldados. Los sindicatos respaldaron una propuesta alternativa menos comprometida, según la cual, las tropas deben estar en Irak el tiempo que el Gobierno de ese país así lo quiera.

NO ES EJERCITO OCUPANTE La tesis expuesta por el ministro de Exteriores, Jack Straw, es que el británico "no es un Ejército de ocupación" en Irak, ya que se halla en el país con el consentimiento del Gobierno iraquí.

En el debate previo a la votación, fueron contados los militantes que tuvieron el valor de exponer en voz alta sus diferencias irreconciliables con la política de Blair en Irak. La mayoría de los que en su día condenaron la guerra optaron finalmente por mostrar lealtad al líder.

LA VOZ CRITICA Una de las voces más críticas fue la de Sheila Cullingham, delegada por Norfolk, que pidió que el Reino Unido rompa sus vínculos militares con Estados Unidos. "Tenemos que tener agallas para admitir que la guerra fue un error. A menos que votemos una fecha para la retirada de las tropas, esta guerra no va a terminar nunca", advirtió desde la tribuna.

El congreso finalizó como había comenzado, en un ambiente de amargas divisiones y ensombrecido por el secuestro de Kenneth Bigley. Straw se reunió ayer por la tarde en Londres con la familia del rehén, después de repetir que no se negociará con los secuestradores. "No podemos negociar con quienes toman rehenes, no podemos negociar para pagar un rescate. No podemos negociar la liberación de prisioneros ni nada similar. Si lo hiciéramos, el mundo y los ciudadanos británicos estarían menos seguros", afirmó.

Cinco representantes de las más importantes centrales sindicales británicas unieron ayer sus voces a las peticiones de clemencia para salvar la vida del rehén. Desde Tailandia, la esposa de Bigley declaró que el primer ministro "es la única persona que puede salvar" a su marido.