Tony Blair desafió ayer en Bournemouth a los laboristas descontentos, insistiendo en que volvería a actuar exactamente igual en el conflicto de Irak. La defensa de la impopular guerra no le impidió pedir el respaldo del partido para ganar un tercer mandato, confirmando así que no tiene la menor intención de renunciar a la jefatura.

Su discurso de casi una hora fue recibido y despedido por una larga y aduladora ovación de siete minutos, un balón de oxígeno para su carrera política. Si los laboristas estaban tan enojados como decían, no lo mostraron cuando podían hacerlo. El bajón de popularidad en los sondeos y la pérdida de confianza entre la militancia obligaron al gran orador que es Blair a utilizar un tono más humilde de lo habitual, pero en todos los puntos fundamentales de su agenda se mantuvo inalterable. Empezando por Irak.

LAS DIVISIONES

"Volvería a tomar la misma decisión", afirmó el primer ministro, justificando, una vez más, el ataque contra el régimen de Sadam Husein con los informes de los servicios secretos. "Irak ha dividido a la comunidad internacional. Ha dividido al partido, al país, a familias y amigos. Conozco a mucha gente descontenta, herida, enfadada. Sé que muchos creen profundamente que la acción que llevamos a cabo fue equivocada", admitió Blair, para pasar a defender todo lo hecho.

Gran Bretaña participó en esa guerra "no porque seamos el perrito faldero de EEUU, sino porque queremos un país más seguro". Las buenas relaciones con Washington son imprescindibles, dijo a los que critican su alianza con George Bush, porque "sé que el terrorismo no puede ser derrotado a menos que América y Europa trabajen juntas".

CLARO LIDERAZGO

Blair empezó su discurso recordando a los miembros del partido hasta dónde les había conducido su liderazgo. "Tengo el privilegio de ser el primer líder laborista que en 100 años habla en nuestra conferencia después de seis años y medio de gobierno", señaló. "Nunca antes habíamos llegado hasta aquí. Nunca habíamos ido tan lejos. Nunca hubo un Gobierno tan prolongado. Ahora tenemos la perspectiva de un tercer mandato", añadió.

El primer ministro admitió que eran "tiempos difíciles", pero no dejó lugar a dudas sobre su intención de seguir en el puesto. El liderazgo "es una cuestión de instinto", dijo, dirigiéndose quizá a su rival, Gordon Brown, y advirtiendo a los que intentan dividir al partido de que los conservadores pueden volver al poder.

Los valores del Nuevo Laborismo son firmes, "aunque las políticas deban evolucionar", señaló Blair. La jubilación anticipada no figura en su agenda, como tampoco figura ninguna desviación del polémico programa de reformas de los servicios públicos. "Sólo puedo ir en una dirección, no puedo dar marcha atrás", dijo y volvió a defender la introducción de las tasas universitarias, la gestión privada de los hospitales y la implantación del carnet de identidad, iniciativas que enfurecen a muchos laboristas.

En el siempre difícil capítulo europeo Blair advirtió de que "sería una locura para el Reino Unido" renunciar a la moneda única. Sus últimas palabras fueron para recordar a la audiencia de Bournemouth que el partido tiene "la fuerza, la madurez y la experiencia" para seguir gobernando, si las divisiones internas no dan al traste con todo.

Por su parte, los partidos políticos y los sindicatos acogieron con críticas el discurso de Blair.