La conferencia del Partido Laborista tuvo ayer un final inesperado, con el primer ministro británico, Tony Blair, teniendo que pedir disculpas a un anciano de 82 años convertido en el héroe de la reunión. Walter Wolfgang fue recibido con una ovación a su llegada al centro de reunión de Brighton, donde los guardias de seguridad le devolvieron el pase confiscado el día anterior.

El miércoles, este militante laborista, con carnet del partido desde 1948, fue expulsado de la sala de conferencias y más tarde detenido bajo la nueva legislación antiterrorista cuando quiso volver al recinto. El delito del señor Wolfgang fue discrepar con el ministro de Exteriores, Jack Straw, sobre la guerra de Irak.

EXPULSION DE LA SALA Cuando Straw estaba en la tribuna de oradores justificando la participación británica en la guerra iraquí, el veterano militante gritó que todo aquello eran "tonterías". Una sola palabra bastó para que los fornidos miembros de los servicios de seguridad del partido se llevaran por la fuerza al octogenario y a otro delegado laborista que le defendió.

La escena, filmada por las cámaras de televisión, dio al traste con esa operación de márketing, --a mayor gloria del líder-- en que se han transformado este tipo de conferencias. "No debió ocurrir, y solamente puedo pedir disculpas", declaró Tony Blair, para quien la receta no es más democracia interna el próximo año, sino un servicio de seguridad mejor entrenado.

El protagonista tiene las ideas muy claras. "Lo ocurrido", aseguró, "fue un pequeño error que ha sido rectificado, cosa que no ha ocurrido con el gran error de Irak".