Con un apretón de manos, en una tienda de beduinos a las afueras de Trípoli, el primer ministro, Tony Blair, y el líder libio, Muamar Gadafi, sellaron ayer una nueva e insólita alianza en la guerra contra al Qaeda. De patrocinador del terrorismo internacional, Gadafi, el Bin Laden de los 80, ha pasado a convertirse en un potencial aliado de Occidente en la lucha contra el extremismo islámico.

La renuncia de las autoridades libias, en diciembre, a la fabricación de armas de destrucción masiva, ha sido el último paso en un proceso de acercamiento libio a Occidente que, según Blair, puede ser el comienzo "de una nueva relación".

Después de una hora de conversaciones en privado, Blair celebró una rueda de prensa en solitario --algo inusual en este tipo de encuentros-- en la que anunció la disposición de Libia a colaborar con el Reino Unido en la guerra contra el terrorismo. Gadafi, aseguró el premier británico, reconoce "una causa común con nosotros en la lucha contra Al Qaeda, que amenaza no sólo a los occidentales sino también al mundo árabe". Blair dijo sentirse impresionado por los deseos de Gadafi de seguir el camino de la reconciliación.