El Parlamento de Turquía puede haber dado al menos dos semanas más de tiempo a la paz, según los cálculos de los analistas militares norteamericanos.

Ese es el plazo de tiempo extra que necesitará el Pentágono para reubicar sus fuerzas e intentar el plan B de invasión de Irak, sin pasar por Turquía ni abrir un frente norte que atrape al Ejército de Sadam Husein en una tenaza entre el Kurdistán y Kuwait, al sur. El retraso de los planes bélicos del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, puede incluso prolongarse hasta principios del próximo mes de abril, con la intención de aprovechar la oscuridad total de la luna nueva en el ataque de las tropas norteamericanas, equipadas con visión nocturna por infrarrojos.

En cualquier caso, si el Parlamento turco no reconsidera su negativa a dejar pasar los 62.000 soldados con los que Washington pretendía ocupar el norte de Irak, más de una docena de grandes navíos cargados con tanques y otro material militar deberán zarpar desde las costas de Anatolia y dar la vuelta por el Canal de Suez, el mar Rojo y el golfo Pérsico, hasta Kuwait, país que ayer mismo se ofrecía a acoger las fuerzas de Estados Unidos rechazadas por Turquía.

LOS PELIGROS EN EL KURDISTAN

En Kuwait ya está desplegada la 101 División Aerotransportada, especializada en penetrar tras las líneas enemigas, para convertirse en la punta de lanza de una invasión con sus helicópteros de asalto AH-64 Apache. No obstante, una incursión desde allí hasta el norte de Irak sólo podría poner sobre el terreno del Kurdistán unos 5.000 paracaidistas (empleando aviones de carga C-17 Globemaster III), según la estimación de Loren Thompson, especialista del Lexington Institute. Esa avanzadilla debería aguantar su posición hasta la llegada de las divisiones mecanizadas procedentes del sur, dando un rodeo por el desierto.

Por tanto, los expertos subrayan que (en ese caso) Estados Unidos no lograría asegurarse desde el inicio de la guerra el control de los ricos campos petrolíferos de Kirkuk y Mosul, que podrían ser incendiados por los defensores iraquís o capturados por las guerrillas irregulares de kurdos. Esto último seguramente provocaría una invasión paralela del Ejército turco, que ya cuenta con miles de hombres dentro de Irak, según explicaba ayer a la agencia Reuters el analista de la Brookings Institution Michael O´Hanlon.

Pese a todos estos peligros, los estrategas del Pentágono siguen adelante con los planes de guerra. Ayer mismo arribaban a la base aérea de Fairford, en Inglaterra, una docena de fortalezas volantes B-52 --los superbombarderos norteamericanos con alcance intercontinental-- para participar en la campaña bélica contra el régimen de Sadam Husein. Y el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, subrayó que --a falta de Turquía-- EEUU buscaría otras vías para el ataque a Irak.

CAMPAÑA DE BOMBARDEOS

Aun así, el voto del Parlamento turco "es un problema muy grave", explica Larry Korb, exsubsecretario de Defensa de EEUU. "Todo tendrá que ser retrasado hasta finales de marzo o todavía más, ya que --ante la falta de apoyo de la comunidad internacional-- no se pueden asumir riesgos... Tiene que salir bien".

Para asegurarse de ello, las aviaciones norteamericana y británica han multiplicado en los últimos días sus bombardeos en las zonas de exclusión aérea al norte y sur de Irak, declaradas unilateralmente por los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido y que ocupan más de la mitad del país. Pero, en un agresivo cambio de estrategia, ahora ya no están atacando radares y defensas antiaéreas "hostiles" (como siempre se aducía), sino los misiles tierra-tierra que emplearía Irak para defenderse de una invasión terrestre.

Así que la larga "guerra no declarada" en gran parte del territorio iraquí se acaba de convertir en una campaña de castigo para ablandar las defensas de Irak antes de la invasión. Algo que John Warden, excoronel de EEUU que diseñó la guerra aérea en 1991, definió ayer al diario británico The Guardian como "agregar una nueva categoría de objetivos" a los ataques cotidianos en las zonas de exclusión.

ARGUMENTOS BELICISTAS

Entretanto, los partidarios de la guerra siguen agregando argumentos belicistas a su discurso y desestimando el continuado desarme de Irak, que ayer destruyó otros seis misiles Al Samud 2 y dos ojivas vacías, al mismo tiempo que se comprometía a entregar --en el plazo de una semana-- un informe exhaustivo sobre la eliminación de sus armas biológicas y químicas.

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, instó ayer a los dirigentes del PP a cerrar filas y asumir el previsto coste electoral de su política de colocar a España en el frente belicista, aduciendo que si dieran "marcha atrás" nadie les votaría. Ese llamamiento a la disciplina del partido, en la víspera de la votación secreta en el Congreso de los Diputados sobre la guerra de Irak, se produjo justo en el mismo día en que los sondeos indicaban que, en el Reino Unido, el apoyo popular al otro gran aliado de Bush, el premier Tony Blair, se había desplomado a sólo el 31%.

PAGAR CARO EL PACIFISMO

El frente de la guerra también está haciendo pagar caro la resistencia a sus planes y Turquía está viendo agravada su crisis económica, al desplomarse la lira turca frente al dólar y perder casi un 12% de su valor el principal índice bursátil de Estambul, después de que Washington dejase claro que retiraba el sustancioso paquete de ayudas acordado anteriormente. Además, los inversores temen que Ankara también pierda el préstamo que negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Incluso Alemania puede sufrir las consecuencias de su postura pacifista. El comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en Europa, general James Jones, ha confirmado que el Pentágono se está planteando trasladar sus bases a países europeos del Este. Una joven Europa mucho más proclive a aceptar los designios del nuevo imperio global.