A un día de las elecciones generales, la sociedad boliviana sentía ayer los efectos de la polarización entre dos candidatos a presidente antagónicos, el líder de los cocaleros, Evo Morales, favorito en las encuestas, y el conservador Jorge Quiroga, quienes en la recta final volvieron a cruzarse acusaciones y pedir el apoyo de los indecisos sin que sus llamamientos despejen las enormes dudas que preceden a la contienda.

Morales cerró en la noche del jueves su campaña electoral prometiendo "refundar" el país de "un sopapo" y "acabar con todas las leyes neoliberales". El líder del Movimiento al Socialismo (MAS) ha sido demonizado por sus adversarios y la diplomacia estadounidense, que lo ubica en la misma línea ideológica que el jefe de Estado venezolano, Hugo Chávez.

La derecha insiste, a su vez, en advertir de que, si pierde, Bolivia quedará aislada, sin crédito internacional y sometida a una lucha centrífuga entre las mismas fuerzas de izquierda que profundizará los males del país.

Hasta que se despeje el panorama, la petrolera estatal brasileña Petrobras decidió frenar los nuevos proyectos y el Grupo Santander Central Hispano vendió sus acciones en el Banco Santa Cruz.