Comenzaron a oírse nada más despuntar el día, cuando el cálido sol invernal que presidió la jornada electoral de ayer en Irak aún no se hacía sentir y las desiertas calles de Bagdad ofrecían un turbador aspecto debido al toque de queda. Una cadena de explosiones secas, de origen indeterminado, retumbó en los oídos de los bagdadís con el ánimo de ahuyentarles de participar en la cita que tenían ayer con las urnas unos 19 millones de iraquís para elegir a los 325 diputados del Parlamento.

Las bombas y los disparos de mortero causaron 38 muertos y más de 100 heridos, y contribuyeron a un renqueante inicio de las votaciones, con floja participación, que fue animándose con el transcurrir de las horas. Después de que el Gobierno decidiera, a media mañana, levantar parcialmente las restricciones al movimiento de vehículos, la afluencia a los colegios llegó a calificarse de "masiva" pese a que anoche aún no habían cifras de participación.

Cualquier movimiento que quisiera realizarse en Bagdad durante esas tempranas horas de votación debía hacerse a pie, con unas calles exentas de vehículos privados y donde solo era posible vislumbrar furgonetas color verde y blindados blancos y azules pertenecientes a las fuerzas de seguridad. "No se atreva a salir a la calle con esa mochila a la espalda y sin tener la acreditación bien visible", espetó a este enviado especial uno de los guardas que protegen el acceso al recinto vallado donde se hallan los hoteles Palestina e Ishtar.

En el exterior, los cuerpos de seguridad locales habían montado controles cada cientos de metros en unas avenidas de aspecto fantasmal. Helicópteros estadounidenses sobrevolaban en grupos de a dos los cielos de la ciudad, recordando a todos que, pese a su escasa visibilidad, las Fuerzas Armadas de EEUU aún mantienen 96.000 soldados desplegados en este país.

SIN TEMOR Carlo y su hermano Mario, veinteañeros de religión cristiana, fueron de los que no se dejaron intimidar y acudieron a su colegio electoral sin temor a que les cayera un proyectil sobre sus cabezas. "Confiamos en Dios; él nos dará seguridad", aseguró Carlo.

No parecía importarle revelar el sentido de su voto a los reporteros, en correcto inglés: "En las últimas elecciones voté por Nuri al Maliki el primer ministro, chií pero ahora votaré a Iyad Alaui chií laico líder de la coalición Al Iraqiya porque tratará al pueblo iraquí como uno solo", proclamó, en una referencia a las acusaciones de favoritismo de Maliki hacia los chiís.

La organización de la jornada, según fuentes diplomáticas que ejercieron de observadores, fue impecable. El personal internacional encargado de comprobar la limpieza de los comicios rondó las 1.400 personas.

Una de las señales más claras en todo Bagdad de que los yihadistas habían perdido la batalla en su empeño de intimidar a los votantes se constató a media tarde en el barrio de Al Dura, de mayoría suní y feudo, hasta hace año y medio, de Al Qaeda e insurgentes sunís. En la escuela de primaria Asshaima, el flujo de electores era constante a esa hora, sin que las explosiones influyeran en el ánimo de nadie a la hora de votar. "En el 2005, solo unas 50 personas llegaron a votar", recordó Mohamed Abu.

Ayer, fueron muchas más.