Yes, somos potencia . A principios de año, el semanario Isto é no dejó lugar a dudas sobre cuál es el lugar que le espera a Brasil en el mundo. En la portada, Carmen Miranda, el símbolo exótico de este país en Hollywood 50 años atrás, opaca a la Estatua de la Libertad. Los casi 135 millones de ciudadanos en condiciones de elegir hoy al nuevo presidente escuchan a toda hora la promesa de salvación. Dilma Rousseff, la heredera de Luiz Inácio Lula da Silva y favorita en las encuestas, y José Serra, su inmediato competidor, se han mostrado ante la sociedad como los más aptos para guiarlos hacia la abundancia.

Brasil esquivó los azotes de la crisis financiera internacional con un enorme gasto público y concluye el año con un crecimiento del 7,3%. Si se mantiene ese ritmo, aventuran algunos analistas, en el 2014 será la cuarta economía del planeta. "Superaremos a Francia y a Gran Bretaña", predijo el ministro de Hacienda, Guido Mantega.

INDUSTRIA, MUNDIAL Y JUEGOS La era Lula empezó con aprensiones y se cierra con un nuevo protagonismo, el de las multinacionales brasileñas: Brasil Foods, AmBev, Natura, Vale e Gerdau. Petrobras acaba de tener la mayor capitalización de su historia, con 50.000 millones de euros.

El Mundial de fútbol del 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, dos años más tarde, son también la materia prima de las ilusiones. En la avenida Paulista todo irradia esplendor. Amazon eligió Sao Paulo para vender su libro electrónico Kindle antes que en Europa. La librería Cultura ha estrenado instalaciones gigantescas. Pero la antigua matriz de la desigualdad no ha sido barrida. Entre los votantes brasileños hay 8 millones de analfabetos, 20 millones que comprenden textos simples y 45 millones que no concluyeron la primaria. Solo 5,2 millones de electores. No en vano la educación ocupó los debates electorales.

Los analistas suelen ubicar el punto de inflexión de Brasil en los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso. Por esos años (1994-2002), se sentaron las bases de la estabilidad económica. Lula ha avanzado en la integración social sin refutar recetas neoliberales. Unos 29 millones de personas han dejado de ser pobres durante sus mandatos.

En estos ocho años de lulismo o "república sindical", como dicen algunos de sus adversarios, se han creado 15 millones de puestos de trabajo y se ha avanzado en el blanqueo del empleo. La tecnología punta, capaz de vender aviones a China o construir plataformas petroleras, coexiste con usos y abusos del siglo XIX, más propios de una novela de Dickens. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, trabajan 4,2 millones de menores de entre 5 y 17 años.

El país con mayor riqueza de biodiversidad es el mismo donde 34,8 millones de personas carecen de red de saneamiento. Un país con puertos saturados y el 69% de las carreteras nacionales en malas condiciones.

TODOS PROGRESISTAS Orden y progreso es el lema de Brasil desde su fundación. Es un dato revelador de estas elecciones que todos sus candidatos se definan progresistas. Rousseff fue guerrillera en los 70. Serra proviene de la izquierda y estuvo exiliado en la dictadura. Marina Silva abandonó a Lula por el Partido Verde, y Plinio Arruda Sampaio, cuarto en las encuestas, representa a los que se desencantaron con el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula en el 2003. Los dos primeros competidores forman parte de coaliciones que llevan, casi escondidos, a los conservadores. Hay, además, aspirantes de otras fracciones trotskistas y comunistas, peleadas entre sí. "Soy el único candidato que asume ser de derecha", dijo Ricardo Salles, quien se presenta como un cruzado de la propiedad privada. Todavía cree que Lula viene a construir el socialismo.