Gordon Brown ha comenzado a pisar el acelerador de las reformas como último recurso para recuperar la confianza de los votantes tras los últimos desastres electorales de los laboristas. Brown se dispone a anunciar hoy una propuesta para cambiar el sistema de votación y la forma en que son elegidos los diputados. Los detalles no se conocen, pero es muy improbable que los tories acepten una medida de este tipo a pocos meses de los comicios generales.

El primer ministro, que ha resistido en el puesto al asedio de quienes cuestionan su liderazgo, desvelará también planes para llevar a cabo una revisión del sistema de gastos parlamentarios. El escándalo de los abusos cometido con el dinero público ha sido una de las razones del descalabro de los laboristas en las urnas. El proyecto incluye la creación de un organismo independiente de control y un nuevo código de conducta.

Brown también podría impulsar en los próximos días el inicio, tantas veces prometido y aplazado, de una investigación sobre las razones que llevaron al Reino Unido a participar en la guerra de Irak. La decisión sería un gesto de buena voluntad hacia un grupo irreductible de diputados laboristas, que ahora tienen mejores armas para presionar a un líder muy debilitado.

El lunes por la noche, en una tensa reunión con sus parlamentarios, el líder laborista logró mantenerse en el cargo a pesar de que algunos de los presentes le pidieron que dimitiera. El sostén y apoyo del ministro de Negocios, Peter Mandelson, un antiguo amigo tornado más tarde en enemigo, habría sido decisivo para convencer a los rebeldes. Estos aseguraban tener una lista de entre 50 y 60 diputados respaldando la petición de cese, pero quedó claro que la revuelta había terminado cuando decidieron no publicarla.

ESCAÑOS RACISTAS Por otra parte, los dos euroescaños logrados por el British National Party (BNP) en las elecciones han levantado ampollas en la sociedad británica. El credo del partido es el odio racial y el ultranacionalismo, basado en la xenofobia.