Son las elecciones más importantes en el Reino Unido desde la aparición estelar de Tony Blair en 1997. También son las más ajustadas en dos décadas, tanto, que el gran oráculo que son las casas de apuestas asegura que ningún partido tendrá la mayoría. El 6 de mayo, los británicos decidirán entre mantener la confianza en los laboristas con un Gordon Brown al frente que, pese a su desprestigio labrado en los tres años al frente del Gobierno, está sacando al país de la severa crisis, o dársela a los conservadores de un David Cameron que primero entusiasmó, pero ahora ve como se encoge la gran diferencia con su oponente.

Lo muy apretado del resultado ya se ha reflejado en el clima agresivo con que los dos principales contendientes se han lanzado a pelear por el último voto. El duro duelo entre Brown y Cameron en la sesión parlamentaria del pasado miércoles, 24 horas después de la convocatoria electoral, fue un aperitivo de lo que será esta campaña. Los comicios se celebran en un contexto dominado por la crisis global, que ha golpeado muy duramente al Reino Unido. Tras más de una década de crecimiento sólido y continuado, la crisis ha dejado la economía británica y las finanzas públicas por los suelos.

El modelo social del Nuevo Laborismo que consiguió tres victorias consecutivas por gran mayoría parece agotado. En este contexto también tienen un papel determinante los escándalos protagonizados por los parlamentarios. La suma de estas circunstancias negativas parece imponer un cambio de ciclo político protagonizado por un Cameron que ha hecho algo parecido a lo que hizo Blair con el laborismo; llevar el partido al centro. El líder conservador ha eliminado los viejos dogmatismos thatcheristas de la derecha pura y dura y ha asumido temas tradicionales del catálogo de políticas laboristas, como son la preocupación por el cambio climático, la defensa de las minorías o la batalla contra la exclusión social o la pobreza. El mayor problema de Cameron es su programa económico. Inspira poca confianza.

DESGASTE POLITICO Brown lo tiene mucho peor porque arrastra el desgaste causado por los 13 años de permanencia en el poder, pero en su haber cuenta el estar al frente de la recuperación económica. Ante este panorama, la memoria de unos y otros ha recalado en las elecciones de 1992. John Major, que había sucedido como primer ministro a Margaret Thatcher a mitad de mandato, las ganó contra pronóstico al laborista Neil Kinnock. Brown llegó a medio mandato y se augura su derrota.