Apocas semanas de las elecciones generales, el primer ministro británico, Gordon Brown, evitó ayer que su comparecencia en la investigación sobre la participación del Reino Unido en la guerra de Irak condujera a un voto de castigo a los laboristas. Sin dejar de respaldar la invasión, el que fuera ministro de Finanzas antes y durante el conflicto se distanció del tono soberbio y arrogante empleado ante la comisión por su predecesor, Tony Blair, semanas antes. "Creo que tomamos la buena decisión por las razones adecuadas", fueron las primeras palabras de un interrogatorio que duró cuatro horas. A renglón seguido, Brown, que nunca había hablado públicamente sobre su posición en la guerra de Irak, lamentó la muerte de militares y civiles, algo que Blair no hizo cuando la comisión le dio esa oportunidad.

En su día, el exprimer ministro había entrado en el Queen Elizabeth II, el lugar donde se celebra la vista, a altas horas de la madrugada, escondido en el interior de un automóvil y por la puerta de atrás, para evitar a los manifestantes. Brown, por el contrario, traspasó tranquilamente a pie la puerta principal. La crispación del primero durante su declaración, con el rostro demudado y siempre a la defensiva, nada tuvo que ver con el aplomo y la confianza mostrados ayer por su sucesor.

EL TONO JUSTO Brown no aportó muchos datos nuevos, pero por una vez dio con el tono justo. Reconoció que "hay importantes lecciones que aprender" de la caótica situación que vivió Irak después de la invasión. "Una de las cosas que lamento es que no fui capaz de empujar a los estadounidenses en este asunto. La planificación para la reconstrucción era esencial, tanto como planear la guerra", señaló. El hoy líder laborista insistió en que fue informado por los servicios secretos y por Blair regularmente sobre los preparativos de la guerra, pero también dio a entender que nunca estuvo en el epicentro de las decisiones. No supo, por ejemplo, del contenido de la correspondencia entre Blair y el entonces líder de EEUU, George Bush, en la que el primero habría garantizado al segundo el apoyo del Reino Unido, muchos meses antes de que fuera público.

RECORTES La principal recriminación a Brown en su papel durante la guerra de Irak y la que mayor coste político podía acarrearle era de índole económica. Algunos mandos militares y familiares de soldados muertos en acción le han acusado de escatimar los presupuestos de Defensa, poniendo en peligro la vida de las tropas. Ayer mismo, en las páginas del diario The Times , el antiguo jefe del Estado Mayor, Lord Charles Guthrie, repetía esos reproches. "El Ejército no recibió las dotaciones económicas que había pedido. Eso, indudablemente, costó la vida a algunos soldados". El recorte en el presupuesto para helicópteros era uno de los puntos más específicos. Su escasez habría hecho imposible cubrir las necesidades en Irak y, más tarde, en Afganistán. Al tener que desplazarse por tierra, el peligro para las tropas fue mucho mayor.

Brown negó incontables veces haber puesto restricción alguna a la campaña militar, incluidos los helicópteros y los vehículos blindados. "Dije que cada petición para equipamiento sería aprobada y fue aprobada. No hubo una sola vez en la que los mandos pidieran equipos que necesitaban y se les negaran", afirmó. Con su mente superdotada para los números, inundó a la comisión con cifras, datos y análisis de presupuestos. El coste para el Reino Unido de la guerra de Irak, según Brown, ha sido de 8.000 millones de libras y el de Irak y Afganistán juntos suman 18.000 millones.