El Gobierno británico ha trasladado a los padres la responsabilidad de frenar la actual ola de asesinatos con arma blanca entre los jóvenes. Mientras el fin de semana se cobraba dos nuevas víctimas mortales de las navajas en Gran Bretaña, el primer ministro, Gordon Brown, señalaba ayer como nuevo objetivo la vigilancia a 110.000 "familias con problemas" e hijos potencialmente peligrosos. Unas 20.000 familias de ese grupo podrían ser expulsadas de sus viviendas sociales y los jóvenes forzados a barrer las calles o limpiar pintadas si no asisten a cursos educativos.

Brown también pidió a los ayuntamientos especialmente afectados por la delincuencia que impongan un toque de queda de tres meses a los adolescentes. El primer ministro quiere ver "a todo el que use un cuchillo yendo a la cárcel", pero ha descartado fijar una condena automática de cinco años de prisión para el que lleve navaja.

Las medidas anunciadas por Brown son solo algunas de las muchas que baraja el Gobierno desde que la pasada semana cuatro personas murieran apuñaladas en Londres en 24 horas.