Más de 200 millones de estadounidenses estaban llamados ayer a las urnas para renovar el poder legislativo y responder a la pregunta que planea desde hace semanas sobre estas elecciones. ¿Castigará el pueblo a George Bush por sus crasos errores en Irak? Los demócratas han planteado los comicios como un referendo a la gestión del presidente republicano, que desde el inicio de la guerra ha perdido lenta pero firmemente gran parte de la popularidad ganada tras el 11-S. Muy debilitado en las encuestas, Bush votó bien temprano en Crawford (Tejas) y voló luego a Washington a hacer lo único que podía hacer: sentarse a esperar los resultados.

Los estadounidenses no solo renovaron ayer el Congreso federal y numerosos cargos en los poderes legislativos. También empezaron a levantar el andamio de las presidenciales del 2008: la elección de 36 de los 50 gobernadores del país es una pugna con menos proyección internacional decisiva en el futuro de la Casa Blanca, por el impacto directo que los partidos ejercen sobre los ciudadanos a través de sus gobernadores. También en este aspecto los demócratas tenían expectativas de victoria, pues esperaban arrebatar al menos cuatro cargos a los republicanos.

"No quiero dármelas de gallito, pero parece que los sondeos nos dan ventaja", declaró antes de los comicios Bill Richardson, gobernador de Nuevo México y posible candidato demócrata en las presidenciales del 2008. El partido de la oposición ocupa 22 cargos de gobernador frente a los 28 de los republicanos.

DESVENTAJA Sin embargo, debido a los límites en número de mandatos y a las jubilaciones, los republicanos afrontaban los comicios defendiendo su permanencia en 22 de los 36 sillones de gobernador en disputa, en desventaja ante los demócratas, que solo defendían 14 y se habían lanzado al ataque con el fin de mermar territorio a sus rivales y obtener la mayoría de estos cargos a escala nacional.

Al ser los gobernadores los funcionarios electos de mayor rango en cada estado, controlan la agenda política. Por eso pueden ayudar a su partido en la carrera por la Casa Blanca, reforzando sus bases en el estado y apoyando sus acciones para que los votantes vayan a las urnas.

La insatisfacción ciudadana con la gestión de Bush proyectó su sombra sobre los republicanos, e influyó en la pugna por el cargo de gobernador en 9 de los 10 estados más poblados del país. Pese a ello, en California, se contaba con la reelección del republicano Arnold Schwarzenegger. En Nueva York, se daba por hecho que el demócrata Eliot Spitzer ganaría. En Ohio, se prevé un cambio a favor de los demócratas. Por su parte, Florida volvió a revivir el escenario del caos de papeletas del 2000.

Tanto si los demócratas logran la mayoría en la Cámara de Representantes o en el Senado, o en ambas, los analistas auguran una época en la que el Congreso, como en los 70 con la guerra de Vietnam, puede acentuar su papel de vigilante del Ejecutivo.