Acosado desde varios frentes, el presidente de EEUU, George Bush, decidió emplear una de sus armas más efectivas, el púlpito televisivo, para tratar de convencer al país de que el difícil y sangriento parto democrático en Irak va por buen camino tras las elecciones del jueves. Bush tenía previsto proclamar que el país árabe estaba entrando "en una fase crítica", según adelantó su portavoz, Scott McClellan. La intervención estaba programada para las nueve de la noche (tres de la madrugada en España), la hora de más audiencia.

Bush "hablará de lo que hemos logrado y de hacia dónde nos dirigimos", añadió el portavoz, con el fin de recabar el apoyo de los estadounidenses para la presencia estadounidense en una guerra, donde han muerto ya más de 2.100 soldados de EEUU. Más de tres años después de su inicio, la guerra de Irak ha terminado por hundir el apoyo a la gestión del presidente, que no pasa ahora de un anémico 40%, a pesar de haberse recuperado algo. Ayer, el vicepresidente, Dick Cheney, realizó una visita sorpresa a Irak, la primera desde la invasión en el 2003.

Pero el país árabe no es su único problema, ya que la oposición demócrata, con la ayuda de un sector de los republicanos, disparó contra Bush una serie de andanadas en la línea de flotación. Los impactos más difíciles de esquivar para Bush sucedieron la pasada semana, cuando la Cámara de Representantes bloqueó la renovación de la ley patriótica, defendida por el presidente como su primera arma de protección antiterrorista.

Además, la misma coalición le forzó a aceptar la nueva legislación que prohíbe el trato "cruel o degradante" de quienes estén bajo custodia de Estados Unidos en todo el mundo.

UNA PRACTICA ILEGAL El último torpedo contra Bush lo disparó The New York Times , al revelar que el presidente autorizó a espiar a personas dentro de EEUU sin autorización previa de los tribunales. Una ley de 1978, llamada Vigilancia para el Espionaje Extranjero, declara ilegal espiar a ciudadanos estadounidenses en EEUU sin permiso judicial, por lo que la revelación levantó un gran revuelo y forzó al presidente a salir a la palestra.

Ayer, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, tomó el relevo y contratacó. "Cuando más exponemos en público estos programas tan delicados, más socavamos nuestra capacidad de perseguir a los terroristas y enterarnos de sus actividades", declaró a la cadena de televisión Fox.