Con la nominación del juez conservador John Roberts para ocupar la vacante en el Tribunal Supremo que dejará la juez moderada Sandra Day O´Connor, el presidente de EEUU, George Bush, dio en la madrugada de ayer un paso de gigante para cumplir su objetivo de dejar un legado republicano duradero en la nación cuando tenga que abandonar la Casa Blanca.

Si es confirmado por el Senado, Roberts anclará la mayoría conservadora del Supremo, cuya importancia es inmensa por tratarse del árbitro último en todos los temas cruciales que rigen la vida de los estadounidenses.

"HOMBRE DE PALABRA" "El presidente es un hombre de palabra. Prometió nominar a alguien en la línea de Antonin Scalia o Clarence Thomas, y eso es lo que ha hecho", declaró ayer Tony Perkins, presidente del grupo conservador Centro de Investigación Familiar, equiparándole a dos de los magistrados ultraconservadores del tribunal. Con ello resumía la satisfacción de los sectores de la derecha, que aplaudieron la elección. Bush calificó a su elegido como alguien que "tiene todas las cualidades que la nación espera de un juez: experiencia, sabiduría, justicia y cortesía".