Entre Turquía y la declaración germano-franco-rusa que sugiere el veto, esto no tiene buena pinta. Y lo que está en juego no es Irak, sino nuestro papel global".

Con esas palabras resumía ayer la situación, a través del diario The Washington Post , Zbigniew Brzezinski, exconsejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Jimmy Carter, admitiendo que por primera vez la Casa Blanca empieza a sentirse aislada en su empeño de ir a la guerra contra Irak. Ese es uno de los motivos por los que el presidente norteamericano, George Bush, parece ahora dispuesto a aceptar una modificación de la resolución de la ONU --presentada por el Reino Unido, con España como coautora-- que autoriza el uso de la fuerza contra el régimen de Sadam. El otro es salir en ayuda de su aliado Tony Blair, el premier británico que afronta una rebelión en su propio partido y el rechazo mayoritario de la población de su país.

VETO "NO RAZONABLE"

Pese a que Blair ha reiterado que Londres podría participar en la guerra aunque el Consejo no avalase esa resolución --si es rechazada por "un veto no razonable"--, es indudable que está entre la espada y la pared, de forma que sólo un aval formal de la ONU puede evitar que la participación británica en el conflicto le suponga una hecatombe política en la que incluso podría escindirse el Partido Laborista.

Entre otras cosas, porque la Casa Blanca ha sido tan poco diplomática como para reconocer que uno de los principales objetivos de sus planes bélicos es cambiar el régimen iraquí, algo que es ilegítimo según la Carta de la ONU pero que fue planteado por Washington incluso antes de exponer la necesidad de desarmar a Sadam. Ayer mismo, el ministro de Exteriores británico, Jack Straw, trató de disipar esa imagen y negó enfáticamente que Londres pretenda deponer al Gobierno iraquí, aunque admitió que le gustaría ver cómo cambiaba el régimen de Sadam "en un mundo diferente".

RETORICA BELICISTA

Sin embargo, la retórica belicista de Bush --y su aparente prisa por romper las hostilidades-- ha agudizado la desconfianza internacional sobre los verdaderos móviles de la Casa Blanca. Al mismo tiempo, la creciente cooperación de Irak con los inspectores de desarme hacía cada vez más difícil a Blair --y al presidente del Gobierno, José María Aznar-- convencer a sus conciudadanos de que Sadam es tan peligroso que es precisa la guerra para acabar con él.

Todo ello, sumado a la soberbia con la que a menudo se comportan los dirigentes de la hiperpotencia norteamericana, ha generado un movimiento antibélico tan potente en todo el mundo que --en parte, gracias a las movilizaciones populares más gigantescas de la historia-- hace cada día más difícil reunir los nueve votos necesarios para la aprobación de la nueva resolución en el Consejo de Seguridad.

ARGUMENTOS JURIDICOS

Ante esta situación, un alto responsable del Departamento de Estado, Stephen Rademaker, ha vuelto a advertir de que, jurídicamente, EEUU no necesita otra resolución para atacar Irak, sino que le basta con la 1441, aprobada en noviembre.

Sin embargo, hasta los juristas norteamericanos más conservadores reconocen que esa tesis no será aceptada por la comunidad internacional. "Ocho de cada 10 letrados (estadounidenses) en Derecho Internacional consideraría un ataque sin nueva resolución como una violación de la legislación internacional", admitía Anne-Marie Slaughter, decana de la Facultad Woodrow Wilson en la Universidad de Princeton.

En cambio, teóricos neoconservadores como Danielle Pletka, del American Enterprise Institute, esgrimen argumentos del estilo de: "El presidente no es subsidiario de las Naciones Unidas y el embajador de Camerún no decide lo que podemos o no podemos hacer" (en referencia a un país cuyo voto es ahora necesario para aprobar la resolución).

UN AMIGO LEAL Y UTIL

Según Pletka, la única razón por la que Washington está dispuesto a aceptar una modificación de la resolución bélica --agregando un ultimátum de pocos días, para dar la impresión de que no desencadena la guerra automáticamente-- es que "Tony Blair la quiere de verdad, y ha sido un amigo tan leal y útil..."

Algo parecido le ocurre hoy a Aznar, que ha tenido que aceptar enmiendas "mínimas" al texto original de la resolución, pocas horas después de que lo defendiera a capa y espada en el Congreso de los Diputados. Algo que la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, explica con el razonamiento de que "sobre la mesa no hay ninguna propuesta", por lo que el anuncio de veto de Francia y Rusia "es ponerse el parche antes que la herida, porque no se ha puesto a votación ningún texto".

Pero sí hay algo sobre la mesa de la ONU. Y, si sale adelante, necesitaremos más que un parche para reparar sus consecuencias.