A pesar de la violencia que no cesa en Irak, donde ayer otros seis soldados estadounidenses fueron víctimas de un atentado suicida, el presidente de EEUU, George Bush, se mostró firme y aseguró que no cambiará de rumbo en ese país, tras recibir al primer ministro iraquí, Ibrahim al Yafari. Así, Bush desoyó la petición de estadounidenses que desean el regreso de las tropas.

El presidente defenderá su criticada estrategia con una nueva campaña de relaciones públicas que empezará el martes, con un discurso televisado a la hora de mayor audiencia. "No voy a abandonar nuestra misión", recalcó Bush, quien añadió que "no habrá ningún calendario" para repatriar a los soldados. Bush acababa de recibir en la Casa Blanca a Yafari. Juntos hicieron un despliegue de optimismo sobre el futuro iraquí, pese a reconocer: "El camino que se abre ante nosotros no es fácil".

Bush es muy consciente de la sangría de apoyo popular que sufre a cuenta de esta guerra, donde ya han perecido más de 1.700 soldados de EEUU. Congresistas de ambos partidos han pedido un calendario de retirada de los 140.000 soldados estadounidenses del "cenagal" iraquí, como lo califica la oposición demócrata.

Al menos dos marines de EEUU murieron ayer y otros cuatro fueron dados por desaparecidos al explosionar un coche bomba conducido por un suicida en Faluya. El primer ministro iraquí agradeció a EEUU la sangre derramada en el conflicto, y dijo que Washington "ha pagado un precio muy alto y se ha sacrificado para traer la libertad y la democracia" al país.