Se había anunciado como una intervención reflexiva que dejaría de lado la política. Sin embargo, el discurso de 17 minutos con el que el presidente de EEUU, George Bush, se dirigió a la nación en el quinto aniversario de los atentados del 11 de septiembre del 2001, parecía calcado a los cuatro que pronunció en las dos últimas semanas. Fue un claro esfuerzo de campaña para intentar que los republicanos conserven la mayoría en las dos cámaras, en las legislativas del 7 de noviembre.

Demócratas y analistas denunciaron el alegato en defensa de la contestada guerra de Irak e incluso medios conservadores como The Washington Post ofrecieron un análisis crítico. "Sean cuales fueren los errores cometidos en Irak, el peor sería pensar que, si nos retiramos, los terroristas nos dejarán en paz. No lo harán. La seguridad de América depende del resultado de la batalla en Bagdad", aseguró Bush.

Pese a que Bush hizo una llamada a la unidad de su partido y el demócrata, la reacción de la oposición no se hizo esperar. "El presidente debería estar avergonzado de haber usado un día de luto para dar un discurso no dirigido a unificar el país y conmemorar a los caídos, sino para buscar apoyo a una guerra Irak que no tenía nada que ver con el 11-S", denunció el demócrata Edward M. Kennedy.