Presionado desde muchos frentes --la oposición demócrata, mandos militares y políticos de su propio partido-- para que anuncie el regreso a casa de parte de los 160.000 soldados desplegados en Irak, George Bush acabó ayer una complicada semana defendiendo su estrategia en Irak. "El avance de los últimos meses demuestra que las condiciones sobre el terreno están cambiando", dijo el presidente en su habitual mensaje radiofónico de los sábados desde su rancho en Texas. Y en una clara advertencia a quienes demandan el regreso de las tropas, añadió: "No podemos esperar que el nuevo plan funcione de la noche a la mañana".

Bush recordó que cada mes, desde enero, los soldados estadounidenses han matado o capturado a más de 1.500 insurgentes. De hecho, según mandos militares de EEUU en Irak, el número de detenidos ha aumentado un 50% desde el envío de 30.000 soldados adicionales a principios de año. Hoy hay 24.500 presos, frente a los 16.000 de febrero. Y tras las dudas sobre el primer ministro iraquí Nuri al Maliki, Bush sentenció: "Puede que en nuestro país pasemos por alto el esfuerzo de las fuerzas de seguridad y los civiles iraquís que luchan por su libertad, pero las tropas lo ven cada día".

El presidente ha tenido que volver a defender la impopular guerra en Irak, después de que el republicano John Warner, miembro del comité de Servicios Armados del Senado, exsecretario de la Marina y una influyente voz en asuntos militares, se sumara el jueves a los republicanos que piden el regreso de las tropas. Warner quiere que vuelvan 5.000 soldados para que el Gobierno de Bagdad sepa que el compromiso no es infinito.

La tormenta ha arreciado a dos semanas de la presentación del informe sobre el progreso en Irak, y justo cuando un informe de las 16 agencias de espionaje de EEUU afirma que los líderes políticos iraquís son "incapaces" de gobernar de forma efectiva, pero al mismo tiempo advierte de que una salida de las tropas norteamericanas incrementaría la violencia interconfesional.