El mayor escándalo en las filas militares colombianas, que comenzó con las denuncias de tortura de 21 jóvenes soldados a manos de sus oficiales superiores, llegó ayer a su clímax con la destitución del general Reynaldo Castellanos, comandante en jefe del Ejército. La medida, sin embargo, no disminuyó la tensión, ya que se esperan nuevas destituciones, mientras continúa el ruido de sables entre los militares descontentos por la forma en que se ha manejado la crisis.

El presidente colombiano, Alvaro Uribe, y el ministro de Defensa, Camilo Ospina, sólo se enteraron de esas denuncias el viernes. Sin embargo, el mando general del Ejército no sólo las conocía desde hacía casi un mes, sino que ya había abierto una investigación y suspendido a varios militares. Uribe calificó de "inconcebible" esa situación, y criticó la demora con que el Ejército hizo públicas las denuncias.

El Gobierno estimó que la magnitud de lo ocurrido no justificaba ese silencio, y por ese motivo, la primera cabeza en rodar fue la del general Castellanos, al que sustituyó el general Mario Montoya Uribe, comandante conjunto del Caribe. Y mientras, continuaba la incertidumbre en las filas del Ejército.