La crisis de los territorios palestinos ha alcanzado cotas insostenibles. La generosidad demostrada ayer en París tiene visos de aliviar el sufrimiento de la población, pero, a juicio de los analistas, obvia el fondo del asunto. "La raíz del problema no es la falta de liquidez, sino los cierres de fronteras y las restricciones de movimiento que impone Israel. Cualquier iniciativa que no lo tenga en cuenta no es más que un parche", dice el economista Omar Saban.

En Gaza la depresión es absoluta. Las sanciones internacionales al Gobierno de Hamás desde el 2006, unidas al recrudecimiento del cierre israelí de las fronteras, han arruinado la economía. Desde hace seis meses, cuando los islamistas desbancaron del poder a Al Fatá, la franja está sellada. Casi nada se exporta y solo entran una quincena de productos básicos.

Incapaces de importar materias primas y golpeados por los cortes de electricidad y combustible, el 85% de pequeñas fábricas de Gaza han cerrado. Unos 80.000 trabajadores han sido despedidos.

En Cisjordania, más de medio millar de barreras y puestos de control militar israelís dificultan el transporte. Estos obstáculos encarecen los costes e impiden a los empresarios cumplir los plazos de entrega. Y el muro, construido por Israel alegando razones de seguridad, ha expropiado miles de hectáreas de cultivo. Unos 5.000 agricultores han perdido sus tierras.