El avión de Air France no es el primero que se traga el mar a gran profundidad. Antecedentes hay muchos, aunque la tragedia que guarda más similitudes le ocurrió en 1987 a un Boeing 747-300 de la South African Airways (SAA). El aparato, procedente de Taiwán y con 159 personas a bordo, cayó en una sima del Indico a más de 4.000 metros de profundidad, cerca de las islas Mauricio. En aquella época, ni las cajas negras lanzaban señal alguna para su localización, ni los medios de exploración marina habían avanzado como en la actualidad.

Los equipos de búsqueda abandonaron al cabo de unas semanas, dando por imposible la tarea. Años después, unos pescadores rescataron unos restos flotantes emergidos por el paso del tiempo. Siguiendo la pista, se llegó a las cajas negras. Y con todos los datos en la mano, siete años después de la tragedia, se llegó a la conclusión de que había estallado un material explosivo que el aparato transportaba en la bodega.

Si hace 20 años se recuperaron las cajas negras del avión de la South African, sería difícil de entender que ahora las modernas compañías de rescate submarino, equipadas con avanzados equipos de localización, no accedan a ellas tarde o temprano. Según varios expertos en investigación de accidentes, el método que emplean es doble. Tras fijar mediante ordenador el radio en el que pueden hallarse, se intentan localizar las cajas a través de los mensajes cifrados que emiten durante un periodo de unos 30 días.

"Las cajas están preparadas para resistir cualquier tipo de impacto o explosión y su transmisor está especialmente protegido. En caso de que este fallara, la búsqueda a ciegas sería más azarosa, pero no imposible", explica Orlando Jiménez, experto investigador de accidentes.

La búsqueda puede durar muchas semanas --imaginen rastrear una cordillera equivalente a los Pirineos para encontrar una caja de zapatos--, pero los medios que ponen a disposición de estas pesquisas son muchos. Y Francia los tiene. No hay que olvidar que a veces las cajas negras no son imprescindibles. Con restos del fuselaje se podrá determinar, por ejemplo, si el avión explotó y si fue debido a un atentado. La huella de una explosión queda impresa en las planchas metálicas.