"El estado de California acaba de matar a otro hombre inocente", gritaron, con los puños en alto, tres de los cinco testigos convocados por Stanley Tookie Williams para contemplar su ejecución. El Tribunal Supremo y el gobernador del estado, Arnold Schwarzenegger, hicieron oídos sordos a sus repetidas peticiones de clemencia y retraso del ajusticiamiento, y a las 00.35 horas de la madrugada del martes (9.35 de la mañana en España) el reo fue declarado muerto en la penitenciaria de San Quintín (California).

Unos 2.000 manifestantes contra la pena de muerte, encabezados por el reverendo Jesse Jackson, protestaron contra la ejecución, la número 12 en California desde la restauración de la pena de muerte, en 1976. "No vamos a olvidar", prometió Barbara Becnet, que ayudó a Williams a escribir sus libros en contra de la violencia callejera.

"Voy a probar que Stan era inocente y que el gobernador Schwarzenegger es un asesino a sangre fría", prometió. "Acudiré a mi propia muerte con dignidad", declaró el mes pasado a The New York Times el propio reo, convertido en un símbolo nacional del profundo cambio que puede experimentar un gánster como él.

En la cárcel, donde ingresó en 1981 por asesinar a cuatro personas, Williams se convirtió en pacifista e hizo campaña, sobre todo entre los jóvenes, a través de libros, para alejarles de la tentación de ingresar en violentas bandas callejeras como los Crips, de la que fue confundador. Su transformación le granjeó grandes simpatías.