Después de 11-S, la Casa Blanca restringió el tráfico aéreo en Washington: ningún aparato puede entrar en el perímetro de 15 millas (23,3 kilómetros) que rodea el Capitolio sin permiso oficial.

Además, el 15 de abril, el Ejército anunció que a mitad de este mes empezarán a funcionar una docena de potentes cámaras ubicadas en lugares secretos que obtendrán imágenes de cualquier aparato que invada la zona restringida que rodea los tres aeropuertos de la ciudad y el Capitolio. También se estrenarán unos lásers (imperceptibles para los ciudadanos), para avisar a los pilotos. Así se pretende evitar el elevado coste de los despegues de los F-16 que acuden ahora a interceptar a los aviones extraviados; dos o tres diarios.