Margaret Thatcher dijo en su día que "no existe algo que se llame sociedad". Ayer, David Cameron quiso romper con aquel legado pidiendo más sociedad y menos Estado. La propuesta electoral tuvo, sin embargo, poco que ver con el detallado plan de gobierno de un partido que aspira a regir los destinos del Reino Unido en unas semanas. Lo que presentaron fue una invitación abstracta a los ciudadanos a participar activamente en la gestión del país.

Rodeado por su equipo de gobierno, en la planta eléctrica Battersea en Londres, reconvertida en centro cultural, Cameron defendió "una redistribución del poder sin precedentes". Los padres podrán crear y controlar las escuelas para sus hijos, los trabajadores públicos construir sus cooperativas, los vecinos vetar las subidas de impuestos locales y los votantes cesar a su representante en el Parlamento si comete un error grave.

El programa promete atajar el déficit público y eliminarlo sustancialmente en cuatro años, pero no da pistas sobre cómo piensan lograrlo. Cameron alardeó de haber recibido el apoyo de 100 empresarios, que condenaron recientemente la subida del 1% de la seguridad social que planean los laboristas.